28 de diciembre de 2012

Blanca Navidad

Por Peter Molineaux

Como todos los años disfrutamos esta Navidad entre pinos blancos de falsa nieve, casas adornadas con gnomos y luces, Viejos Pascueros transpirantes y trineos tirados por renos de nariz artificialmente roja. Los malls incluso dispusieron grandes domos de nailon para poder soplar pequeñas bolitas de plumavit emulando el invierno en pleno verano.

Este ambiente que va tan directamente en contra de nuestra estación del año ya es un estándar y no parece molestar mucho. Es heredado del hemisferio norte, donde los pinos, llamados evergreens por mantenerse siempre verdes, son los árboles predilectos por mostrar algo de vida en el inicio de la temporada nevada. Los gnomos y las luces son restos de la tradición celta que celebraba el solsticio de invierno con la esperanza de que la luz volvería algún día a esas nortinas tierras congeladas. Sobre esa tradición el cristianismo pudo incrustar la Navidad en la Europa pagana.

Papá Noel está claramente vestido para el frío porque su recorrido es por Estados Unidos y el viejo continente. Su reno más famoso, Rudolph, tiene la nariz roja por un mecanismo de vascularización especial para protegerlo del frío según la últimas tesis científicas. El trineo, claramente un vehículo de nieve, termina de subrayar la incompatibilidad estacional de la Navidad pues sufriría enormemente si tuviera que deslizarse por el asfalto que llega a 50 grados en nuestras tierras subecuatorianas en verano.

Pero nada de esto llama demasiado la atención. No opera lo que los psicólogos han llamado disonancia cognitiva, es decir, esta cuestión no calza. Aunque en años pasados, por ejemplo, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha dado una "orientación" a los empleados públicos para no usar artículos navideños que el Imperio impuso con su capitalismo, sigue la Navidad invernal en Latinoamérica incluso en hogares más bien de izquierda.

Marx hablaba de alienación. Funciona así: al hacer un trabajo que produce una mercancía para otro, explotado por otro, estoy alienado de lo que me define como lo que soy, justamente mi trabajo y los bienes que produzco. En el extremo de eso, en un capitalismo bien aceitado, las tradiciones y los objetos de esas tradiciones también son de otro y para otro y da lo mismo si me pongo un chullo para recorrer las calles de Barcelona pidiendo la independencia de Cataluña.

Como es sabido, para el marxismo lo que se sigue lógicamente de esto es tomarse los medios de producción y trabajarlos en beneficio propio de los trabajadores para lograr la libertad. Es una linda idea, pero no ha resultado históricamente.

Para el psicoanálisis la alienación es estructural. No es nada de qué avergonzarse, nos pasa a todos: al hablar, que es el paso fundamental para ingresar a la realidad humana, recibimos del Otro –con mayúscula porque es el Gran Otro, el Otro social, la historia y la cultura que nos antecede– las palabras que nos servirán para ir nombrando los afectos, los objetos, las relaciones entre los artefactos, las personas. Somos hablados por el Otro. Las palabras, que se acomodan en series intermitentes, tienen el problema de que no sirven para nombrarlo todo y no recubren bien lo que hay en lo real de la tierra, en lo real del cuerpo, en lo real de los instintos. Al Otro le falta, le falta palabra, pero hay que elegirlo porque sino estamos fuera del campo humano, del lenguaje.

La bolsa o la vida, dice el ladrón. Es el ejemplo que daba Lacan. No es en realidad una elección como las otras: si me quedo con la bolsa pierdo la vida y como consecuencia también pierdo la bolsa. Si me quedo con la vida tengo que vivirla sin bolsa. Vivir en falta: en el caso de la entrada del humano en su realidad, vivir en la falta del Otro. Suena terrible, pero explica de buena manera la experiencia de la tragedia bípeda.

Es algo bien distinto a la libertad que clama, por ejemplo, el chavismo en sus ganas de arrancar los arbolitos navideños del Imperio. Es quizás lo que le pasaba a los marxistas cuando ganaban la revolución: luego de la liberación viene el totalitarismo para asegurar la vida de esa revolución. La bolsa o la vida, la vida sin bolsa. La revolución sin libertad.

La promesa marxista de libertad cuando se derrote a la alienación es la ilusión de que la elección es posible. La idea psicoanalítica es que la alienación es la condición para entrar en la naturaleza humana y que liberarse de ella no es posible.

Entonces la alienación navideña del Pascuero y la alienación en la ilusión de libertad de Chávez son, en su estructura, equivalentes. Lo que interesa, desde una lectura analítica, es la función que cumple y cómo opera lo que se ha construido sobre esa primera articulación al Otro más que perderse en la lucha por liberarse de ella. Luchar por lo imposible es un gran acto de impotencia.

En Latinoamérica lo que se acostumbra desde la Colonia es que lo que viene de allá es mejor. Era mejor ser español que criollo y mejor ser criollo que mestizo. Los vinos franceses, los zapatos italianos, los whiskys ingleses: se ha corrido detrás de esos productos desde entonces. Y se sigue corriendo, con el agregado de que en algún momento entró lo estadounidense en esa serie de cosas deseables desde allá.

La Navidad entró por la Iglesia, pero las bolitas en los pinos por el comercio. El mercante responde con sus importaciones al deseo colonial del continente y ofrece como siempre la última novedad traída desde ultramar. Comprar eso que se vende no es alienación, esa operación ya ocurrió mucho antes en la vida de cada sujeto. Comprar eso que se vende sí es efecto de la historia de estas regiones.

De la historia, por desgracia, no hay liberación. Se puede, sin embargo, conocerla y llegar a un cierto acuerdo con ella.

Que la blanca navidad no moleste a la mayoría en nuestros centros comerciales no es extraño porque aquí lo extraño –es decir lo extranjero– ha sido deseado por siglos. Ha sucedido especialmente en esta tira de tierra del Nuevo Mundo que estuvo más aislada de los centros de producción de las mercancías preciadas. Lo que está en juego no es el enemigo, el Imperio, el Otro alienante por explotación. Lo que está en juego es nuestro deseo y su historia: con eso hay que arreglárselas porque con el Otro la cosa ya está bien cocinada.

26 de diciembre de 2012

Autismo inmobiliario

Por Antonio Moreno Obando

Para cierta práctica psicoanalítica es crucial poder establecer en lo dicho dos vectores: aquello que como discurso suena como un bloque de sentido coherente y lo significante que permite rastrear en la fisura un sujeto clamando por un espacio para su propia verdad. La escucha clínica entonces tiene algo de rescate, tras insoslayables bloques de argumentos que se repiten como mp3, de un cuerpo ahogado y pataleante en su frenesí ante la muerte. Difícil es para los psicoanalistas acordar en la lógica de sus curas cuáles son los escenarios éticamente soportables para asistir al sujeto que se ahoga por su propia cuenta; quizá devolverlo a la solidez de los bloques argumentativos, quizás respiración boca a boca, o solo un espacio en la orilla para recuperar el aliento, o quizás por el contrario asistirlo en su deseo de ahogo, incluso esperar a que su pataleo se apague en la muerte.

Me pregunto a propósito del rescate y sus avatares, qué tipo de lecturas establecen los economistas frente a la posibilidad de una burbuja inmobiliaria, igual que los borbotones de oxígeno que se producen cuando alguien se ahoga; esa transgresión de los contribuyentes y sus financistas nadando en la línea imaginaria de las aguas aptas para el baño, me pregunto cómo se verán esas burbujas desde la sólida torre de la autoridad que trabaja en la playa del mercado como salvavidas y meteorólogo al mismo tiempo.

Hoy en día cuando el Banco Central nos anuncia nuestro irresponsable jugueteo en la línea imaginaria del ahogo, ya teniendo la traumática experiencia de las múltiples muertes por inmersión en la mayoría de los países desarrollados producto de estas burbujas. Qué bueno que existe la ley de los grande números, así las costas siempre se ven seguras.

El Banco Central dice una cosa y el Ministro se Economía junto con los altos ejecutivos de los Bancos dicen otra. Quizás esos analistas de la economía, como algunos psicoanalistas, también consideren líneas diferentes en un mismo discurso.

Por una parte con los binoculares de la siempre objetiva y dura ciencia económica, los salvavidas-meteorólogos analizan el impacto de nadar en una línea imaginaria con aún pocos ahogados según imágenes del satélite. Por otra los pesimistas de siempre preocupados de casos aislados, mirando árboles en ves de ver el bosque.

La frase loan to value apareció como problema primero en las cotizaciones de las inmobiliarias para los nadadores de clase media que en estos meses cotizaron algún proyecto inmobiliario. Pero su formulación surgió mucho antes y muy lejos de nuestra economía latinoamericana para explicar por qué un Banco no debería prestarle más del 80% del valor de una casa en un crédito hipotecario a un sujeto. Si el Banco insiste en financiar el 100% de algo sobrevaluado como por ejemplo un proyecto inmobiliario, corre solo con el riesgo de la inversión y cuando los deudores se queden sin dinero para pagar podrán liquidar el bien raíz a un valor muchísimo menor de lo que estaba pensado.

Muchos años antes de las cotizaciones inmobiliarias 2012 de nuestros pobres nadadores chilenos, Barack Obama en su primera campaña habló de toxic assets para referirse a la principal amenaza económica de la clase media. Una larga aventura en la venta de casas y educación sobrevaluadas y financiadas en más de un 80% por los bancos de pronto se transformó en una riqueza de ficción: los Bancos estaban llenos de riqueza pero expresada en billetes de tres mil pesos dibujados en lápiz scripto. Si el Banco no tiene dinero, entonces la economía tampoco.

Aunque el FMI con ley de los grandes números y de los grandes acuerdos aun está tratando con esperanzas llenas de futuro de seguir produciendo riquezas para el mundo, se ven por todos lados pululando por las calles y supercarreteras ciudadanos ahogados en un mar desubjetivante. Un activo tóxico en la microeconomía de una persona significa que algo que alguna vez tuvo el valor suficiente como para sostenerlo en el pacto social del capital libre es hoy un reconocimiento que no vale nada.

Con la burbuja inmobiliaria llegamos al autismo microeconómico: primero el sujeto es reconocido por el Banco como plusvalía, dándole un valor en dinero que está en relación a todas las otras plusvalías y capitales guardadas en su caja de tesoros. El problema de la burbuja es que si el sujeto deja de pagarle al Banco que lo reconoce en tanto plusvalía, este mismo le dice no tengo cómo reconocerte porque no tengo nada con qué compararte, nada con qué pagarte, nada con qué sostenerte. Es como si el Otro, lugar del tesoro de los significantes, le dijera a quien ya no puede hablar por estar en acto, si no hablas no hay más lenguaje que pueda sostenerte.

La burbuja microeconómica se pone como un confinamiento autístico ante la inminencia del ahogo, es una placenta artificial para capear la angustia del sentimiento oceánico del que hablaba Freud; es como si mientras los meteorólogos salvavidas de nuestra economía discutieran desconcertados por la imagen del satélite mientras miles de ahogados se encierran en burbujas de plástico trasparente para no caer en la profundidad de lo impagable, para no correr el riesgo de defraudar de palabra a quien le dio la palabra para no quedarse sin palabras.

Me pregunto: ¿cuál es el trabajo de un rescatista frente al ahogo? Se lo pregunto también a los colegas que podrían considerar una torpeza sacar del agua al que se ahoga por su propio goce: meteorólogos, salvavidas, guardianes de las verdades satelitales y de los grandes números. ¿Cuanto hay de clínica en el ahogo de un cuerpo? ¿Cuánto hay de marea alta en el silencio del acto analítico? ¿En que momento la teoría psicoanalítica se hace carne en un sujeto que paga contribuciones? ¿El psicoanalista paga contribuciones? ¿Y en que comuna?

15 de diciembre de 2012

Sad Men

Por Peter Molineaux

Desde 2007 se transmite en la televisión estadounidense una serie llamada Mad Men. En Chile se puede ver en el cable o por las múltiples vías del pirateo. Se trata de la historia de un publicista de la avenida Madison en Nueva York en los años sesenta. Impresiona la cantidad de tabaco y alcohol en el lugar de trabajo e impresionan también las hazañas publicitarias que logra vender a sus clientes. La primera, presentada en el piloto de la serie, es la ocurrencia genial del protagonista al proponer la frase "It's Toasted" para la campaña de Lucky Strike cuando los dueños estaban preocupados por la mala fama que se estaba haciendo su producto con la creciente evidencia del daño que provoca en la salud.

Con It's Toasted el héroe, Don Draper, desplaza a la marca en cuestión, removiéndola de la serie de los cancerígenos y las enfermedades para ponerla entre aquello que puede ser tostado y disfrutado: el pan, las almendras, los wafles. Produce un efecto de liberación, de ligereza. Todavía se lee esa frase bajo la marca Lucky donde se la encuentre.

Con su teoría del alma humana en pleno desarrollo, Freud abordó en 1905 el problema del Chiste y su relación con lo inconsciente. Ahí encontró, al igual que en los sueños, a los mecanismos que él había descrito algunos años antes: la condensación y el desplazamiento como vehículos para franquear la represión. Metáfora y metonimia diría más tarde Lacan.

En la condensación se trata de juntar en una palabra, en una representación, dos conceptos para camuflar el sentido de alguno de ellos al tiempo de expresarlo. Freud daba el ejemplo de un chiste en una obra de Heinrich Heine que hoy, por lejanía histórica y geográfica no da mucha risa: "famillionaire" profiere el personaje condensando la palabra "familiar" con la palabra "millonario" para describir el trato que le dio el Barón de Rothschild. Lo que resultaría divertido a un germano de la época es que hay una diferencia de clases y por lo tanto de riquezas entre los dos personajes. Lo tabú de la diferencia de clases queda expuesto y al mismo tiempo escondido en el neologismo, burlando de forma novedosa a la represión y causando placer en su versión espasmódica que es la risa.

El desplazamiento, como el de It's Toasted, funciona en el chiste con la misma descarga de placer al saltarse creativamente a la represión con la transformación de una palabra en su contrario, el cambio de la parte por el todo o la conexión a través de una característica común. En esa línea podemos encontrar en nuestras emisoras locales al citadísimo comercial de VTR en que la rubia ganadora del concurso de belleza dice, luego de proferir algo evidente e inteligente para la marca en cuestión, ¿o es muy tonto lo que estoy diciendo? Lo que hace funcionar a esa frase es que transforma lo no dicho –que las rubias de concursos de belleza son tontas– en algo decible porque se está diciendo lo contrario, algo inteligente. Transformación en lo contrario, es decir, desplazamiento.

La cerveza Escudo, mediante una campaña a largo plazo, ha podido hacer uso del desplazamiento de manera brillante. Durante meses se escuchó el jingle de la publicidad en la radio cantando: "¡Escudo! Más cuerpo, más color, más sabor. Escudo es más cerveza." Los autores de la campaña, dando un inspirado golpe de timón, cambian la letra del reiterado jingle por conceptos que no tienen nada que ver con la cerveza excepto por la rima y la melodía. Se escucha entonces: "¡Embudo! Más fácil, más directo, más precisión. Embudo es más limpieza." Otra versión que circula, jugando con la contingencia, dice "¡El Lucro! Más dinero, más negocio, más poder. El Lucro es más riqueza."

Esa publicidad, con la sorpresa de removernos de lo esperado por un momento para luego hacernos entender de qué se trata, causa risa y ayuda a vender cerveza.

Hay una línea de publicidad, sin embargo, que es más oscura y oprimente. Se trata de aquellas campañas que usan al ideal para vender. No causan risa ni placer sino que convencen a sus consumidores con el arma punzante del Superyó y su fiel aliado en el sometimiento: el Ideal del Yo.

La Teletón es especialista. Con frases como "Puro Corazón" y "Ellos no se rinden, nosotros tampoco" fuerzan a los sujetos a comparar su corazón impuro y sus modestos logros con los desplegados en pantallas, muros, micros y parlantes. Lo que se busca es una identificación al ideal. Por momentos resulta: los consumidores rayan sus autos con el eslogan y se sienten de corazón puro. Pero eso no dura porque es imposible y el reverso, que conviene ampliamente al comercio, es la angustia oprimente de la comparación impotente con el ideal.

La publicidad de ese estilo ofrece una serie constante, casi ininterrumpida de ideales para la identificación pasajera en la que el consumidor pueda irse colgando como mono en las ramas y no caer al vacío: Gillete insiste con el hombre guapo frente al espejo que podría ser –¿por qué no?– también un exitoso deportista... Federer, Woods, Henry. Igual que yo. Cristal, la cerveza única, grande y nuestra, despliega un desfile de modelos argentinas y tipos bien parecidos para que el poncherudo bebedor se sienta por un momento como parte de esa escena.

En la radio, Embotelladora Andina, encargada entre otras cosas de la gigante Coca-Cola, anuncia entusiasmada su alianza con jugos Del Valle: "qué riiiico tomar desayuno en la cama en familia" dice el actor del comercial. En la escena siguiente, aparentemente energizado por su jugo, toca una trompeta vocal con sonido de ejército diciendo "niños a levantarse." El mensaje es claro, aunque un poco burdo, Andina Del Valle lo va a hacer un súper hombre de familia.

La forma inspirada y creativa de la publicidad que se sirve del mecanismo del desplazamiento tiene un paso placentero por el aparato psíquico, asociando a la marca a esa experiencia. En la vereda del frente, el bombardeo de escenas ideales tiene otro efecto: subrayar constantemente la impotencia del sujeto al mismo tiempo de ofrecer mediante la compra de su producto una insatisfacción que garantiza la necesidad de seguir consumiendo.

8 de diciembre de 2012

Me ignoraste aunque Haya Estado

Por Antonio Moreno Obando

A pesar de que el derecho al mar preocupó a muy pocos cuando en Chile su congreso votaba la ley de pesca, el celo identitario ciudadano se despertó con fuerza cuando el extranjero amenazó con su acusación. El malestar de los cuerpos provoca un ruido de queja y patriotismo legal que no deja escuchar lo que se pone en juego en este cruce de demandas. Nuevamente el goce de los cuerpos llenos que retienen y de sus defensas viscerales no nos dejan abrir un espacio a lo que dice el otro, por más semejante, alienante y enemigo que sea.

La palabra error ha salido al ruedo copiosamente en los últimos acontecimientos. Desde este lejano sur se ha escuchado al norte la referencia del error histórico que cometieron los chilenos en su relación con Perú y que hoy puede ser enmendado. Desde Chile se escucha el error de los gobiernos anteriores, o el error de este gobierno al permitir que la causa peruana llegue a una instancia internacional sin tener derecho. El error no solo es la marca de una decepción para alguien, sino que también un requerimiento de reparación; y es quizás ese el asunto.

En psicoanálisis el tema de las llamadas envolturas psíquicas es una concepción post freudiana, o post lacaniana si se quiere, con un fuerte acento en la filosofía y en el cruce con otras aproximaciones teóricas. Y a pesar de los rechazos que recibe por su poca ortodoxia, es capaz de darle una imagen espacial a algo que atañe a la experiencia de la singularidad, algo que no junta entre el sujeto y la carne, entre el uno y el otro, en el descalce de lo sentido cuando se integra el adentro y el afuera, el arriba y el abajo. Entonces aparece la imagen de un manto o una superficie de inscripción que envuelva, que recoja y sostenga trozos anhelantes y desunidos por la materia; dentro de ese manto aparece un deseo por historiarse.

La memoria entonces es un medio para poder repasar esas zonas interiores-exteriores y así la libido nos singularice, para que nos permita articular un cuerpo real lleno de pedazos en una experiencia de sujeto que pueda circular través del tiempo y del espacio.

¿Qué ocurre cuando un cuerpo por alguna razón es desmembrado? El sentimiento de singularidad corre peligro y es necesario entonces volver a historiarse envolviendo en una piel lo que contiene, a pesar de su amenaza permanente de desborde por su naturaleza irreconciliable. Esta tragedia del singular también es el fundamento del deseo, porque no solo debemos tener una causa sino que también un lugar y un tiempo que sea causado.

Si un cuerpo pierde una de las partes que constituían su integridad, no basta para el alivio del mutilado que el médico exponga con meridiana y paralela claridad lo irrevocable del proceso de la amputación, el efecto de vida normal que puede tener con alguna ayuda técnica. La rehabilitación física no es suficiente, debe haber una reparación psicosocial, y esto no es necesariamente una extremediad biónica gratis ni una millonaria indemnización, aunque sí podrían reparar en lo moral o en lo funcional. Lo que urge es una envoltura de la singularidad, y para eso es necesario volver a memorizarse con su historia de superficie, con sus espacios y tiempos, así este manto singular habilitará el levantamiento de esa cama en ese sujeto para ponerle el cuerpo a una causa de deseo.

Aunque parezca acrobático, lo que se discute en el tribunal de la Haya tiene mucha sintonía con estos avatares de la discapacidad. Perú perdió algo de su cuerpo producto de los malos negocios que los administradores propios y vecinos de turno hicieron antes de la guerra del pacífico. Hoy, igual que el médico que decide amputar, esta vez el jurista experto en derecho internacional (asociación ya con tanta tradición) es quien debe dirimir imparcial, suturar y dar las indicaciones profilácticas para que la respuesta de la demanda esté completa. Ya es sabido: quién perdió el combate político y militar debe asumir su mutilación con dignidad y gloria, sin reclamar.

Entonces un día una parte del Perú sangró, se agitó demasiado con sus viejos dolores de espalda, con sus retorcijones interinos, los cuales cada cierto tiempo se amarran al síntoma del siempre doliente órgano que no está.

La profilaxis de un tratado no historiza, no deja espacio para el repaso por el tiempo y el espacio propio, no permite quejarse de dolor, no permite la oportunidad de una envoltura que reanude el circuito cerrado y vital del cuerpo material; en este caso no hubo rehabilitación psicosocial, no hubo integración, siempre pasa, a la medicina también le pasa, al derecho también le pasa, esos lugares donde se concentra el poder y quienes lo toman nada quieren saber del efecto subjetivo de sus intervenciones.

Pero no son ellos los llamados a escuchar y reparar lo que se demanda, son los ciudadanos los que deben visitar los vestigios para volver a componer la historia, ya no se puede hacer peruano lo que es chileno, ya no puede seguir siendo peruano lo que habita en Chile, ya no puede ser chilena la soberanía sobre lo que se perdió y se llora. Ese dolor no es chileno, sí son chilenos los que crecieron en ese suelo rojo y que sienten arraigo por la comunidad que les dio un pacto social. Cuesta tan poco llamar a otros actores, cruzarse, no ser ortodoxos, encontrarse con el mal entendido; la verdad cuesta mucho hacerlo, nos cuesta tanto. También es difícil para el psicoanálisis, para nuestra nueva política latinoamericana, para nuestros queridos patriotas que amarran su cuerpo al territorio, para la masa de consumidores molestos, para el tumulto de jóvenes mal educados, para de las minorías en cautiverio.

28 de noviembre de 2012

El fin del mundo

Por Peter Molineaux

Dicen que viene el fin del mundo. Ya lo anunciaba uno de los calendarios Maya desde hace tiempo, poniendo la fecha del 21 de Diciembre de 2012 como último día. El año pasado se estrenó una película hollywoodense con el título "2012" en la que las aguas inundaban al planeta que quedaría despoblado de humanos. Un grupo de privilegiados logró, en la trama predecible del film, salvar de la catástrofe en un arca muy avanzada tecnológicamente.

En televisión se habla mucho, ya no solo en boca de Salfate. Dicen que lo confirma el Papa y una princesa japonesa. Las señales parapsicológicas también lo indican. Algo se viene. Para los más esperanzados es un cambio hacia un mundo mejor, para otros el Apocalipsis. Tres días de oscuridad. Abundarían las razones científicas: el magnetismo está cambiando, tormentas solares, mucho terremoto últimamente oiga.

En los últimos años nos han anunciado varias fechas para el día final, pero no ha pasado nada. Esta vez no será distinto y se reorganizarán las predicciones entorno a otra fecha futura medianamente verosímil. El 13 es un número malulo, así que el 2013 sí se viene el gran fin.

Si se ha repetido tantas veces el plop de una supuesta hecatombe ¿por qué se sigue creyendo que ahora sí va a pasar?

La posibilidad de que todos muramos produce grandes cantidades de angustia en buena parte de la población y tiene un alto costo en Salud Mental. ¿Por qué prosperan con tanta facilidad las hipótesis infundadas y con tan poca las explicaciones razonables? En algún lugar de los sujetos se logran alojar estos cuentos de destrucción masiva, fuego y miseria.

Luego de la Primera Guerra Mundial, Freud se preguntaba por la insistencia con que los recuerdos terribles y traumatizantes eran revividos por los soldados que habían padecido los horrores de la trinchera. El recuerdo del terror se repite, no se puede remover y se presentifica a cada instante. Se suceden las pesadillas. Se repite y se repite la misma secuencia espantosa. Compulsión a la repetición, la bautizó.

Esa constatación clínica se convertía en un problema para la teoría psicoanalítica que ya cumplía 20 años. Hasta ese momento, para Freud, las pulsiones de los sujetos eran gobernadas por el principio del placer, es decir que el aparato psíquico buscaba evitar el displacer y mantener un equilibrio a través de descargas de sus tensiones.

Producir y repetir representaciones dolorosas no sigue la lógica del placer y habla de una fuerza más oscura, llevando al inventor del psicoanálisis a revisar su teoría: usó el nombre pulsión de muerte. Con esa nueva elaboración, la pulsión (trieb), que en una de las traducciones aceptadas es llamada instinto, tiene como objetivo innato el retorno a un estado inanimado. Su versión erótica, la pulsión de vida, no sería más que un rodeo del instinto de muerte en su camino hacia su destino final: la descomposición.

Oscuros pensamientos de Sigmund: en lo más propio de lo vivo, en el instinto, está la inevitable dirección mortífera.

La repetición atolondrada de fechas para el fin del mundo es una expresión de la pulsión de muerte que nuestra cultura mediática y globalizada nos regala a diario. Si las civilizaciones por separado han dado curso a la muerte a través de ritos sacrificiales y promesas de tiempos finales, la cultura global toma de cada una de sus esquinas los relatos para abastecer el stock de predicciones cataclísmicas –los Maya, los Inca, los Celta, la Biblia. Y la ciudad global se asusta. Ya viene, ya viene, ya viene...

En ese trabajo de 1920, Más allá del principio del placer, Freud observaba a su nieto Ernst en uno de sus primeros juegos infantiles: el niño de dieciocho meses jugaba a tirar una bobina amarrada a un hilo dentro de su cuna pronunciando un esbozo de la palabra fort (lejos en alemán) y luego, al recuperar el objeto tirando del hilo, pronunciaba la palabra da (acá en alemán). Este juego permitía al niño soportar las horas de ausencia de su madre –muy angustiosas para los niños pequeños– otorgándole a él la conducción del destino de la aparición y la desaparición.

Como para Ernst, el juego de los inventos de fechas para el fin del mundo nos permite hacer de forma repetitiva un rodeo a la inevitable desaparición, vivida como un desamparo absoluto en la infancia muy temprana e instalada profundamente en nosotros por la pulsión de muerte.

Pero circular constantemente en torno a la muerte es una forma muy primitiva de tratar lo inevitable. Toca muy de cerca al agujero que es la angustia. Antes de morir, más que un rodeo repetitivo, la figura más conveniente sería quizás un arco, una parábola, un desvío por surcos más novedosos que anunciar y esperar el fin. En esta época de información inmediata y colmo de las necesidades al instante, la pulsión de muerte encuentra pocos caminos para recorrer antes de ejecutar su promesa. Se acabará todo y será muy pronto.

En la versión de la llegada de estas fechas como un cambio de época en la historia humana hay, sin embargo, luces de un arco más amplio, de un relato que sofistica la relación al agujero. Nuestra especie va camino a encontrar su lugar en el universo. Se viene un nuevo paradigma. Por esa vía quizás nuestra cultura global retome por un tiempo, siempre limitado, los pasos de Eros. Por la otra, aquella de la venta mediática siempre renovable de un día para la muerte, la angustia está demasiado cerca todo el tiempo.

21 de noviembre de 2012

El concilio chileno del Hospital Clínico UC: “Hospes Privatus”

Por Antonio Moreno Obando

Ayer se pudo observar a simple vista en nuestra ciudad la imagen de un trabajador del Hospital Clínico de la Universidad Católica crucificado en el frontis, como manifestación performática que representa sus demandas sindicales y morales. La crucifixión en una institución de inspiración católica no es un simple cartel; por momentos parece la expresión de una eterna dualidad, o trinidad si se quiere, que ha puesto en quiebre desde sus inicios el sentido del cristianismo y su cruz.

En el concilio de Efesto del siglo V después de Cristo, la suspicacia de Nestoriano hacía explícita la incómoda posibilidad de que Jesús tuviera dos naturalezas irreconciliables: humana y divina. Si bien se condenó con horror en ese momento la posibilidad de humanidad que Nestoriano vislumbraba, a partir del siguiente concilio de Calcedonia y luego todos los demás ecuménicos en occidente se vieron en la obligación de tomar esta dualidad e incorporarlas en una unidad, de partes escindidas, pero hechas uno por el espíritu santo. Esta fusión de dos características opuestas llamada unión hipostática, nos hace pensar en una sola persona que debe conciliar dos voluntades contrapuestas que se juntan en la carne de Dios que es su hijo.

Freud también pensó el Yo enfrentado a dos fuerzas opuestas, lo que se debe hacer como requerimiento externo y las pulsiones pujantes con su incansable requerimiento de descarga desde el interior. Freud llamaba a esta incomodidad vasallaje, o luego malestar en la cultura. Desde entonces para un neurótico es posible esa contradicción y en su dialéctica poder sostener una relación transferencial con su analista que permita su cura, en el sentido clínico desde luego. Pero en la doctrina apostólica nunca ha logrado descansar este vasallaje que también sufre.

La Pontifica Universidad Católica de Chile basa su Plan de Desarrollo en la constitución apostólica redactada por Juan Pablo II a principios de los '90 Ex Corde Ecclessiae que define una institución académica católica como “una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales.”

En este mismo sentido es conocida la vocación de servicio y solidaridad que prestan algunos alumnos de pregrado, que inspirados por estos lineamientos UC desde la pastoral o desde organizaciones estudiantiles generan acción social. Pero más allá de la mística juvenil, campamentos y vida universitaria, instancias cruciales para el país como la atención en salud masiva desde un Hospital Clínico de la misma universidad no necesariamente sostiene su misión organizacional del mismo modo.

Klinike es aquello que se hace al pie de la cama, lo que se hace con aquel que esta por alguna razón inclinado, quebrado en su verticalidad bípeda. La clínica desde siempre ha conservado un sentido de hospedaje, el hospes que necesita aquel semejante que pasa por el camino acongojado de cuerpo y espíritu, el que no puede seguir, el enfermo que representa Cristo en la cruz, no importa de donde venga ni hacia donde se dirija.

Pero la inserción del Cristo crucificado en el mercado chileno, ha obligado a nuestros feligreses del capital y guardianes del magisterio a competir para liderar el mercado de los despojados. Las condiciones de la oferta en salud de este modelo nos devuelve al problema Nestoriano, hace un corte sagital a la unión hipostática para encontrar el empuje emprendedor del Cristo hombre, su liderazgo, sus habilidades blandas, su managment, su orientación hacia los resultados, su eficiencia y eficacia. Entonces los espíritus de los caminantes de nuestra urbe son demandas de mercado y sus padeceres son cuantificables en costos y mensurables en insumos y retornos de capital. El hospes se vuelve privatus, vale decir, privado, es un hospedaje que priva a los que no tienen lo suficiente, que debe poner su práctica al pie de la cama no como un fin sino como un medio para conservar su plan de negocios, para no claudicar en su estrategia de capitales, y así estar a la altura de la feroz competencia laica que asecha.

Del Ex Corde Ecclessiae a la Integración vertical económica a la que se refería esta semana Matías Goyenechea. Estrategias corporativas que sostienen sus utilidades en una cadena jerárquica de necesidades que protege al usufructo bajo su alero, con un paternalismo firme pero considerado; este modelo que tanto acomoda a la familia tradicional chilena del latifundio. Acá sí importa de dónde venga la gente que se hospeda, y por su puesto la fidelidad que tengan sus trabajadores a los intereses del dueño del capital, los cuales deben poner su honestidad y vocación al servicio del poder del amo para que los proteja con su potentado prestigio en cada currículum vitae.

La misión académica católica de la constitución apostólica no es competitiva porque está inspirada en la santidad, en esa inspiración que tiene su recompensa en el reino de los cielos. La investigación clínica, la docencia, la vocación de servicio y el involucramiento en los severos problemas de atención en salud de nuestro desigual país no constituyen un mercado suficientemente atractivo para inversiones con la marca de Jesús.

Es inquietante ver la imagen de un servidor de Cristo por ser, se quiera o no, trabajador de una institución de Cristo, crucificado por la dignidad de un reajuste salarial. Quizá si el viejo difisismo de la primera Iglesia hubiese prevalecido, tendríamos hoy la misma Iglesia pero más integrada a las ficciones de la carne y sincera con su voluntad mundana que por naturaleza no logra empalmar totalmente en el verbo divino: teniendo sexualidad, pudiendo generar emprendimientos y utilidades sin hacer penitencias, aceptando el pecado como una posibilidad. Así también podrían darles al fin su propio espacio a los que no necesitan ser líderes ni tener management para buscar su verdad lejos de lo suntuoso.

En estos tiempos queda claro que la ilusión apostólica romana de que existe una sola cruz no se sostiene y deja en evidencia a la nueva subjetividad ciudadana que la doctrina lejos de regular, funciona como un buen pretexto para dejar bajo la alfombra el exceso contra el que tanto han combatido.

12 de noviembre de 2012

Su Excelencia

Por Peter Molineaux

Con la salida de los ministros presidenciables de La Moneda y el inicio apurado de la campaña por definir al candidato de derecha, el presidente arriesga quedar en posición de lo que se ha llamado "el pato cojo." Este término, traducido del inglés lame duck, implica que un personaje saliente de su cargo y sin posibilidades de ser reelecto pierde poder en la esfera política porque las apuestas se hacen por los futuros ocupantes de su puesto.

Para evitar el cuak cuak, Piñera está intentando dar un último impulso a su reacomodado gabinete: terminar bien nuestro gobierno para asegurar un segundo período a la Alianza. Un gabinete fuerte le ayudaría a esconder la patita coja tras la idea de que sus ministros podrían continuar en el centro del próximo gobierno y que él podría ser de alguna influencia en el éxito del candidato de su coalición. Terminar con la frente en alto. De cualquier forma, la proclamación de Golborne y Allamand como candidatos marca el inicio del fin del gobierno actual.

Es tiempo de evaluar, de mirar hacia los últimos tres años...

Había un hombre exitoso, un multimillonario que además había sido senador y candidato presidencial. Había una figura política que aparecía en las encuestas como el único capaz de arrebatarle el poder ejecutivo a la Concertación. Un hombre hábil, un líder que hizo fortuna pensando un paso más adelante que tu y yo. Era un hombre de centro, de ideas modernas, de los pocos de su Alianza que podían ostentar la medalla de haber votado por el NO.

Y le ganó la elección al fome de Frei. Se venía un Gobierno de Excelencia, por fin la eficiencia del mundo privado empresarial iba a traer su éxito al burocrático y anticuado mundo público. Se les acabó la fiesta a estos zurdos flojos cantaban los trolleos.

¿Terremoto? No importa. Haremos más en 20 días que lo que hicieron los otros en 20 años. Chaquetas rojas, rebranding: el Gobierno es una marca renovada.

A pesar de la buena publicidad, duró poco la luna de miel entre el presidente y un país supuestamente unido por la tragedia. Críticas de un lado: es un gobierno con letra chica. Del otro: no hay conducción política entre ministros técnicos.

Bielsa lo esquiva en el saludo, él le dice "loco." La presión aumenta para que se deshaga de todas sus acciones, ¡las de Colo-Colo también!

Aparecen los tics, se suceden los marepotos. Los 33 mineros recuperaron la esperanza de tener un gobierno exitoso y popular tras la apuesta firme del presidente por salvarlos. Tiempos de gloria. Pero el gesto de Cecilia pidiéndole que guarde el papelito representó a todo el país que ya estaba fascinándose con el carismático, sonriente y sobrecogedoramente neutro Ministro de Minería. Golborne se mantenía sobre el 75% y Piñera iba cayendo estrepitosamente al enredarse en el rumor de que algo tuvo que ver con la partida del director técnico rosarino de la selección de fútbol. Finalmente el estallido social lo puso en un jaque ideológico del que nunca pudo salir.

La imitación de Kramer caricaturiza algo que todos vemos. El gesto corporal de incomodidad, de no estar bien puesta la ropa, ese tic que parece significar que quiere zafar, soltarse, pero que no puede. Los franceses dicen être mal dans sa peau, estar mal en la propia piel. ¿Qué le pasó a Piñera con la piel de presidente?

Primero habría que saber por qué ese hombre rico, influyente, una de las fortunas del país, quiso ser presidente. "Por vocación de servicio público," dirá. Bueno, eso no existe. Existe el narcisismo, el deseo, las pulsiones, los sueños. Cosas así. Es difícil saber lo que quería con la presidencia, incluso para él mismo. Lo que sí sabemos es que algo de lo que buscaba Sebastián Piñera en ser presidente no fue encontrado. O que se encontró con algo que no quería. Eso muestran sus gestos automáticos y sus lapsus.

Cuando Ollanta Humala visitó Chile como presidente electo, Piñera le dijo que esa etapa–la de ser presidente electo–era la mejor parte de la presidencia. Esa es la etapa en la que se goza del título pero no de la responsabilidad. Soy el elegido, el primer pato de la fila. En su otro momento alto, cuando se rescató a los mineros, el presidente se paseó con piedras de allá abajo entre jefes de estado de allá arriba. Una piedra pa' la reina. Soy el de las primeras planas de los diarios del mundo. Éxito. Chile über alles.

En la hiperactividad del éxito tras éxito, él parece estar bien. Para eso fue elegido, para transmitir su éxito privado a todo el país. Bajo su liderazgo íbamos directo al desarrollo antes del final de la década. Pero en lo público su liderazgo menguó porque en lo público ese deseo galopante de éxito se encuentra con la muralla del otro. En lo privado importa uno. En lo público hay otro, mucho otro.

En el mundo del business hay que seducir al otro para que compre o para que venda a buen precio. Simpático en las reuniones, firme en las negociaciones con los objetivos claros más allá de lo que quiera el otro. Y si no quiere, no hay negocio. Ser ejecutivo en lo privado es ser rápido, efectivo, asertivo. Arremangarse las mangas de la camisa y trabajar 24/7. En lo público, ser gobierno–el Ejecutivo–es tener cuidado con los tiempos, no decirlo todo, reunirse antes de tomar decisiones. Quedarse quieto con la banda puesta solemnemente mientras habla el otro.

Sebastián Piñera fue muy exitoso al ritmo de los deseos privados puestos a conquistarse 24/7, pero el compás público lo deja con el paso atorado, con ganas de salir a bailar a su acelerado tempo. La pulsión busca los caminos y Su Excelencia los bloquea. El cuello se retuerce, tu-sunami.

En este último tercio de presidencia La Moneda se juega por posicionar los éxitos de este gobierno en la consciencia pública. Post-natal de 6 meses, inscripción automática y voto voluntario, reforma tributaria... Luego, el impopular Primer Mandatario podrá pasar al fin a la esperada comodidad de ser ex-presidente y a recuperar sus bienes privados. Está por verse qué será de los ritmos de sus pulsiones en esa nueva posición que en primera instancia parece ofrecerle una cierta ecualización entre lo público y lo privado, entre lo del Otro y lo de Uno: una patita adentro, otra afuera. Está por verse, también, si baila como pato cojo en estos meses que quedan o si flota como pato en el agua sobre los logros que vaya recordándonos junto a su gabinete de cierre.

8 de noviembre de 2012

Halloween zombie rotten politikon

Por Antonio Moreno Obando

En 15 días vivimos tres eventos encadenados diacrónicamente en Chile. Primero fueron las elecciones y los abstinentes, segundo las monstruosas vestiduras en pequeños cuerpos pidiendo dulces y tercero las elecciones de representantes en EEUU por televisión. Abstenciones, monstruos e invasiones extranjeras, politikones, zombies y nacionalismos contrapuestos.

Pero a pesar de que ni la democracia, ni los zombis, ni el imperialismo se inventaron en Chile, estamos atravesados de igual manera por estas imágenes; se presentan desagregadamente en cada una de nuestras pasiones ciudadanas a pesar de la habladuría universalizante que las xenofobizan.

Hace algunas semanas atrás, mucho antes de la extranjera celebración de Halloween, jóvenes chilenos zombis caminaban en plena Alameda. Los adultos vivos miraban con curiosidad desde su habitual tribuna de la vereda, como cada vez que cortan el tránsito en favor de una proclama ideológica, desconcertados preguntándose qué tipo de manifiesto esta vez interrumpía la circulación urbana. Pues ninguno, era solo un acto estético de jóvenes disfrazando sus cuerpos con la muerte, carne expuesta de pintura y plásticos que horrorizan a quien pueda o quiera ver.

Más tarde, el primer evento, nuestra elección democrática de voto voluntario y su inolvidable 60% de abstención. ¿Cuál será la razón de que los jóvenes se quejen tanto y no concurran a sufragar? ¿Será que sus espíritus ya están muertos de tanta red social o por ser simplemente mal educados?

La generación de muertos en vida que no se dejan representar, que respiran y demandan pero desde la oscuridad, no se iluminan con la luz apolínea del voto democrático y prefieren la manifestación trágica, opaca y poco racional de Dionisio. El zombi surge y acosa con un requerimiento real, no aguanta el discurso civilizado del pobre vivo trabajador padre de familia que arranca con una escopeta en la mano; el zombi tiene hambre, quiere tu cerebro, tu corazón, sin eufemismos, sin velos, voraz y deprivado del eros, triste, sediento y fatal.

Freud en su texto Duelo y Melancolía proponía una articulación metapsicológica para aproximarse desde la experiencia clínica a estos muertos en vida. Decía Freud que se identifican al objeto que perdieron y que por lo tanto retiran su amor por el mundo para vertirlo hacia el yo como objeto perdido. Los describía como sujetos de acuciante franqueza que esperan repulsión y castigo. El melancólico no puede hacer un duelo normal por lo perdido sino que debe convertirse en lo perdido y extrañarse de los objetos del mundo. Un zombi no puede ir a votar porque está muy lejos de tener relaciones significativas con los vivos, está omnubilado por una gran privación, ideantificándose con ella. Los zombis no tienen sindicato, no son organizaciones funcionales otorgadas por un municipio, no escriben manifiestos, no son ni sabios ni ignorantes, no saben si su disfraz es gringo o chileno, no son consecuentes, no son conscientes.

En la primera parte de su obra Freud diferenciaba las psiconeurosis de defensa de las neurosis de angustia. En ambas hay una retención de la líbido que no tiene una adecuada tramitación a través de la consciencia, sin embargo mientras en la primera esta detención era producto de una represión por conflicto psíquico, en la segunda solo había una abstención. Muy pronto para Freud estas neurosis actuales quedaron fuera de su elucidación clínica, pues no parece en esos sujetos surgir una genuina demanda de curación sobre el síntoma que les irrumpe. La neurosis de angustia o actual, solo se cifra como padecer en una retención de la libido.

Lo actual de esta angustia aquí parece no tener una resonancia discursiva, simplemente transita por un cuerpo y se manifiesta. Esta actualidad no elabora una representación en la cual se juegue o se tramite su posición con el resto de las representaciones del mundo, algo no alcanza a investirse en un espectro que necesite de lo que los analistas llaman el goce fálico para saber y existir.

Estas apariciones espectrales sí son muy perturbadoras para aquellos que están en plena disputa por el prestigio en medio de las representaciones del mundo lenguajero, y parece inaceptable que existan semejantes que no pretendan entrar en esa alienación discursiva. Horroriza la cercanía con lo real, angustia, moviliza; haz algo de tu vida, vive o muere, no pueden estar en la mitad, búscate un trabajo, estudia, hace algo productivo.

El segundo evento que nos ocurrió fue la noche de los muertos, y son los más pequeños los que con una enorme emoción y anhelo buscan la manera de disfrazarse de escalofriantes maneras. Pronto aparece la mirada del padre chileno despreciando el lucro de estas festividades, la lejanía con nuestras tradiciones, es que el supermercado Líder con toda su transnacionalidad a cuestas aún no ha pensado en vender un disfraz del Trauco para Halloween, quizás en el Mall de Castro...

Pero los pequeños cuerpos infantes aún no están celosos del prestigio arrebatado de sus padres endeudados con la tarjeta Presto, no se juegan la resistencia contra la invasión extranjera abusiva (o tal vez sí de otra manera), no piensan en un acto político consecuente de la ciudadanía chilena. La deuda, al menos del supermercado, aún pertenece a sus padres.

El tercer evento los chilenos lo vimos en televisión y en twitter; y vimos muchas más cosas que Obama: parlamentarios latinos y homosexuales, legalización de la marihuana y la frase más retwitteada de la historia. Todo un desfile de situaciones cotidianas para nosotros pero presentadas ya no desde la plaza pública sino que desde una pantalla. Es que todos esos también son nuestros problemas y también se ofrecen a la identificación de los vivos que mueren que tienen deudas de tarjeta y combaten contra la opresión de alguien.

Nuestro malestar hoy aparece envuelto en estos eventos, que aunque tengan una falla en la originalidad fálica que deseamos y parezcan mala copia de algo, toman lugar en nuestras producciones culturales, en nuestros discursos, en nuestras renuncias pulsionales y en nuestro deseo.

Eso también incluye a nuestros muertos en vida de caminar lento y brazos extendidos y anhelantes que empujan como representación de una cosa y que no pueden traducirse fielmente en palabras provenientes de tecnologías políticas o sociales eficientes y eficaces. Freud aconsejaba al clínico en esa época a tomarse tiempo; estos trabajos de la líbido son lentos y caprichosos, también son tiempos sincrónicos, a veces momentos o esquinas de la ciudad sin mayor justificación que se ofrecen para la irrupción irracional del mito, no siempre el pacto social fue un logos politikon tan apurado, interesado, objetivo y feroz.

26 de octubre de 2012

Tolerancia 5.0

Por Peter Molineaux

Se ha instalado en estos días la polémica por el uso del alcotest. Preocupan los altísimos niveles de alcohol en la sangre que estos aparatos han arrojado en casos mediatizados por involucrar a algún personaje famoso. En el caso de Daniela Ramírez se contrastó su resultado de 3.8 gramos de alcohol por litro de sangre con el 1.6 que resultó en la posterior alcoholemia (el test con extracción de sangre que se considera judicialmente para dictar sentencia). En el caso de Manuel Neira, sorprende el resultado de 5.0 que aún no ha sido comparado con la alcoholemia porque los resultados de ese examen demoran. Expertos dicen que con esa cantidad de alcohol en la sangre el futbolista habría estado en un coma etílico.

En este contexto un par de jueces se permitieron decir que quizás los alcotest no son muy fiables, desatando las reacciones y contrarreacciones.

Francisca Florenzano, directora del SENDA (Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol) defendió el uso del alcotest como una manera de estimar el alcohol en la sangre y dijo que nunca una persona que es categorizada como ebria con un alcotest resulta no estarlo al realizarle una alcoholemia. No cambia la categoría, no cuestionemos las mediciones.

El representante de la Defensoría Penal Pública, a cargo de defender a los acusados en tribunales, tenía otra posición: si un test arroja 5.0 no puede ser una prueba admisible en un juicio, no es un instrumento serio.

Otro experto comentaba que si se había recién tomado un trago, el test mide el alcohol que queda en la boca y no lo que podría haber en la sangre. Lo que se quiere saber, en el fondo, es cuánto alcohol hay en el cerebro. Pero para eso no hay test.

Esta polémica se ha instalado luego de la implementación de la ley conocida como "Tolerancia Cero." Tolerancia Cero a algo que no se puede medir. Vaya embrollo. Además no es CERO, sino cero coma tres para estar mal y cero coma ocho para estar muy mal.

La tolerancia es un problema de umbrales. Tolero hasta aquí. Más allá es insoportable. Tolerancia al dolor, por ejemplo. De alguien que bebe bastante, sin mostrar señales de estar borracho se dice "tiene buena tolerancia." Luego pasa su umbral y se acabó.

La eficiencia de la Tolerancia Cero no es poner un rango más bajo a la tolerancia al alcohol en el cuerpo, sino aumentar las penas por manejar alcoholizado y, como manifestó el Ministro de Transportes durante su implementación, que las personas entiendan que no pueden tomar y manejar al mismo tiempo. Su eficacia es que tiene aires de prohibición absoluta sin serlo. Por eso molesta al SENDA que se cuestione al alcotest. Por eso el diputado Hasbún de la Comisión de Transportes lanza acusaciones de irresponsabilidad a los jueces que han hecho declaraciones. ¿Cómo se les ocurre levantar el velo?

Cuando la tolerancia está puesta del lado del sujeto–es decir ¿cuánto puedo tomar sin manejar mal?–los sujetos hacen de las suyas. La clásica yo manejo mejor curao es legítima si depende de mi tolerancia al alcohol. Pero cuando la ley es intolerante, el umbral ya no es el alcohol sino el Superyó. Ese es el paso que dio la ley 20.580: de la tolerancia al alcohol a la prohibición en el campo de la regulación moral interna. Ese es el paso que titubea cuando reparamos en los gramos-más-gramos-menos de alcohol por litro de cuerpo. Y los impulsores de la ley lo saben: llaman en su página web a no sacar cálculos y simplemente a no consumir alcohol si vas a conducir. Buscan instalar un imperativo en su lugar por excelencia, el Superyó.

Ese cambio cultural que se ha buscado con la nueva ley todavía está en potencia y la reacción de los que defienden la Tolerancia Cero frente a la crítica a los métodos policiales y judiciales lo muestra. Para que se produzca esa innovación en nuestra cultura etílica lo que importa es que la ley se ubique en lo subjetivo más allá de las contingencias judiciales. La aparición pública de reparos judiciales trunca la instalación de la ley en su lugar para nuestra cultura.

Carabineros anunció en medio de esta polémica que ya no va a revelar los resultados de los alcotest a la opinión pública en un intento por rescatar aquello que les da a ellos su potencia, más allá de las lumas y las pistolas: la Ley, alojada para el psicoanálisis en ese desprendimiento del Yo que Freud llamó Über-ich.

Ya nos hemos acostumbrado a las celebraciones exaltadas del gobierno de Sebastián Piñera cuando algo asoma como un logro para su gestión. Nos ha dado personalmente la buena cifra de que se han salvado 109 vidas con la ley 20.580. Con ese número se nos hace creer que todas las muertes en accidentes de tránsito que se han evitado son gracias a esa nueva ley. No descorchemos aún las cervezas Cero: queda mucha cifra por cuestionar.

24 de octubre de 2012

No sea cargante: yo no presto el voto

Por Antonio Moreno Obando

A propósito de los llamados a funar las elecciones de este domingo y las encuestas que alarman a la ciudadanía electoral con sus indicadores de alta deserción en las urnas, resuena esta particular frase en nuestra inquieta plaza pública: “yo no presto el voto.” Esta modalización y su sugerente homofonía nos invita a asociar la palabra voto con un conocido préstamo carnal producto de un requerimiento sexual, usufructo muchas veces de carácter abusivo que el amo pide para saciar su interés.

Aunque la asociación es en definitiva de quien suscribe y considerando que para Freud en 1914 la palabra “no” como un símbolo de la negación hace posible pensar ese préstamo negado como un deseo inconsciente, esta intencionada formulación en nuestras redes sociales, pone en tensión el requerimiento participante observador de las normas proferido por Creonte y su consecuente rechazo simbólico, efecto que como en la tragedia nos convoca a la problemática sexual y su ineluctable diferencia, la que no solo es anatómica y genital, que no es solo real y causa, sino que también es política.

Lo que está puesto en cuestión es el sufragio, palabra que también es utilizada en el mundo eclesiástico antiguo para ir en socorro de los pobres: auxilio, responder a la falta, voto, poto, raya, no presto la raya, no presto auxilio, no quiero responder a la falta del otro si me obligan a hacerlo. Cadenas que asocian sus eslabones y se parapetan ante la irrupción abusiva del binominal, dúopolio que a la usanza de un padre y una madre hegemónicos, cierran las ofertas a favor de su propio interés.

¿Por qué un movimiento social conformado por personas que apenas cumplen mayoría de edad, que están agrupados a propósito de temas educacionales son los voceros del doloso sufragio y su actual problema?

Como siempre, el diario El Mercurio arroja luces sobre estas oscuridades. En su editorial de ayer martes 23 de octubre, en el texto titulado Balance de dirigentes universitarios, se lee a propósito de las posturas adoptadas por los dirigentes de la Confech: “Hay un tránsito desde una postura original en que se sentían representantes de la mayoría de la población, y quizá algo exaltados por eventuales conclusiones apresuradas de los resultados de ciertas encuestas, a comprender que las formas de representatividad en la sociedad tienen una institucionalidad construida por la experiencia de generaciones, respondiendo a tradiciones intelectuales respetables, y que para alcanzarla deben cumplir ciertos requisitos (…)

Algo al margen del orden se asoma frente a formulaciones de este calibre. El acto negativo y poco constructivo que inspira esa institucionalidad, esa experiencia y esos requisitos, no necesariamente es una forma de participación, porque en su gesto no pretende ser una ley o una condición de regulación. Algo en la difícil posición del femenino en la conflictiva falocéntrica edípica resuena en esta gran funa: estos cuerpos y sus eróticas con su negatividad deben formular desde niños en su educación tradicional experta e instituida un forzoso cambio de objeto de amor (de la madre al padre en el caso de la niña) y cambio de zona erógena (del clítoris, pequeño pene autosuficiente, a la vagina que recibe acogedoramente) para así poder entrar en la regulación de la ley; formular la falta de adecuación como una carencia se puede plantear para la erótica que rechaza como una exigencia abusiva.

Acá no se trata de reemplazar la ley que hay por otra, se trata precisamente de derrumbar la que hay para generar espacio a un nuevo modo de ser. Gracias a esta negatividad, que es un acto, es posible reacomodar el ordenamiento simbólico que tiene su fundamento en la arbitrariedad. La negatividad deja al descubierto la sublimación que tranquiliza como un velo ante la diferencia y nuevamente pone a los cuerpos en tensión a la espera de un modo que permita reacomodarse.

Cada vez que este discurso de protesta contra el sufragio binominal logra hacer lazo social generando una nueva forma de acuerdo ante la castración, como una nueva forma de ley, irrumpe el acto de la negatividad con su seducción, con su desunión, con su contrariedad, no para una confrontación argumentativa llena de falacias y sentidos, sino que precisamente para dejar la carne abierta sin sentido, a guisa de un voto expuesto.

Con la insensatez de Antígona que alguna vez desafío las reglas de Tebas por una reivindicación al margen del orden público, con la sexualidad de Anti-gona que seduce con la transparencia del mal, con su negatividad, con su ética, pone en escena algo que no quiere entrar en el juego de las regulaciones, que no necesita sufrir el complejo de castración para generar un propio sufragio, para anudar otra deuda, otro goce, otra forma de vivir, otra forma de morir, eso que es tan difícil de tragar para el logos del falo que imaginariamente busca evitar la guadaña que corta.

Esta sexualidad también es una política, son varios Aces bajo la manga que piden mostrar el juego oculto del Amo, y así desafiar el sentido del juego que genera su bluff.

Ya lo sabe estimado amigo del ágora, si usted le pide a alguien que le preste su voto, pues evite ser cargante, el sufragio es sagrado, siempre lo ha sido, como un templo, respételo, úselo cuando usted quiera con su consentimiento y no insista más de la cuenta a quien no lo quiere prestar.

12 de octubre de 2012

Riálity

Por Peter Molineaux

El formato ganador de la TV-realidad se ha ido puliendo con la producción reiterada de los canales de televisión, entre los que el 13 parece haber dominado últimamente a las otras señales. Después del exitoso Mundos Opuestos, Pareja Perfecta logra también buenos ratings con una fórmula que conjuga competencia, ropa ligera y personalidades poco calibradas.

Las reacciones espontáneas de sujetos comunes son parte de la televisión desde sus inicios. Los programas de concursos y cámaras ocultas lograban despertar el interés de las audiencias con las caras de estupor, sorpresa, alegría y euforia de los concursantes desde que todo era en blanco y negro. Pero lo que se ha llamado reality TV estalló luego del éxito en 1992 de una serie de MTV llamada The Real World. Ahí se puso a gente joven y atractiva a vivir junta en una casa con un objetivo común por cumplir. La idea de que haya una competencia entre los concursantes y que se vayan eliminando fue de Survivor en 1993. La expansión de los reality por el mundo ha creado con los años una gran cantidad de versiones locales.

En Chile tenemos las propias y el mundo de la farándula oxigena sus conversaciones con el espectáculo de ver a sus personajes exponer para la cámara un amplio despliegue afectivo. El género tiene también como ventaja que produce al instante nuevos personajes para la escena de la prensa rosa: con un par de episodios, un desconocido se hace famoso o un famoso en desuso se refresca para una nueva vuelta por los titulares. La farándula autopoyética.

A primera vista los reality producen rechazo: no me interesa la vida de esa gente. Sin embargo, al poco andar los espectadores se declaran adictos y el voyeurismo parece inevitable. Para dar ese paso–del rechazo a la adicción–opera una identificación, es decir la incorporación de algo de los personajes de la pantalla como propio. Qué rico vivir en esa casa. Yo le daría un beso. Yo hubiese hecho lo mismo.

Con ese paso dado, ya estamos involucrados afectivamente. Es un fenómeno que también pasa en el cine: de pronto desaparece la distancia con la pantalla y estamos viviendo la historia. El reality, mediante una serie de recursos de edición, se encarga de ordenar una trama que sin la producción sería un montón de personas acostadas la mayor parte del tiempo y haciendo competencias tipo gincana ocasionalmente. El truco que aumenta el atractivo de esta programación es que se trataría de la realidad. Se nos hace creer que la experiencia que tenemos frente a la tele, que está llena de música de fondo, cámaras lentas, iluminación artificial y una historia contada linealmente, son reales.

Y en gran medida es cierto.

Al abrirse paso en su investigación del alma humana, Freud supo tempranamente que lo que existe para los sujetos, su realidad, no es solo lo que perciben. Lo que interesa es la realidad psíquica, un mundo armado con fragmentos de recuerdos y fantasías en una acalorada dinámica interna. Esa realidad está fuertemente en juego en el espectador del reality.

El hecho de que sean personas "de verdad," que no están actuando, facilita el puente identificatorio: podría ser yo. El brillo de los efectos televisivos y los tambores de la música dramática mantienen andando la fantasía. La tele-realidad alcanza con esa fórmula su acceso directo a la realidad psíquica.

Se vive entonces una experiencia afectiva muy cargada y aparecen otros fenómenos: la proyección–ver en el otro lo que no quiero ver en mi–abunda, por ejemplo, en los insultos lanzados a la pantalla o en los comentarios del café de la oficina al día siguiente, susurrados con una medida de pudor. ¿Por qué pudor al admitir que vemos un reality? Porque estamos rompiendo un código moral profundo al mirar la vida íntima de otro, el mismo que rompe el voyeurista en su acto perverso. Ahí funciona nuevamente el hecho de que reality sea "de verdad," produciendo el efecto de culpa desde la consciencia moral, instalada en los sujetos como condición de entrada a la civilización.

El malestar en la civilización es para el psicoanálisis la consecuencia de aceptar el pacto social en contra de la satisfacción inmediata de las pulsiones. Entre esas pulsiones hay una que cursa su satisfacción a través de la mirada y se llama pulsión escópica. Al apagarse el brillo de la pantalla deconsiste la dinámica que mantenía a la realidad psíquica enganchada al reality y queda la culpa de haber conseguido una satisfacción pulsional saltando el cerco de la vida íntima del vecino con el ojo de la televisión. De ahí el menosprecio público a la farándula.

Se pensó durante un tiempo que este formato televisivo iría desapareciendo, que la gente se aburriría de un concepto añejo. Se dijo lo mismo de la televisión cuando era un invento nuevo: ¿Cómo no se cansan de mirar una caja? Por su efectividad en la captura del aparato psíquico y su franqueamiento controlado de la barrera de lo culpógeno, habrá reality por un buen tiempo.

8 de octubre de 2012

Salud y demanda de mala calidad

Por Antonio Moreno Obando

Nuevamente la plaza pública nos convoca a horrorizarnos con nuestro sistema de salud. Esta vez el pretexto fue el largo festejo patrio y su periplo dionisíaco. La mirada apolínea de la profilaxis recibió con desprecio y sin mayor apuro a centenares de pacientes crónicos y desobedientes que con su pseudo-demanda de urgencia coparon nuestra modestísima oferta pública de atención.

Centenares de cuerpos en fila demandando atención a sus dolencias, igual como lo hacían mucho antes de las festividades, tratando con la paciencia de un paciente de instalar una demanda dirigida hacia el saber médico. Pero este saber tan cercano a lo real no solo es guardián de los pasajes hacia la muerte sino que también, y muy a pesar suyo, de sus erogeneidades; entonces los centros de atención deben acoger estas demandas tan espurias: el dolor recurrente que castiga el exceso, el vacío, la caña ulcerosa, irritada o infecciosa, la porfiadez de quien no sigue las prescripciones saludables, las señoras de la queja infinita, las madres apremiadas por una dolencia corriente de sus bebes, los ancianos con sus habituales fallas sistémicas, los locos, los andrajosos que dejan su estela de embriaguez y hedor, en fin.

La fila de cuerpos pacientes es un problema muy antiguo en nuestro país y en América en general, sólo que como problema tiene la particularidad de aparecer como novedad cada vez, igual que una emergencia real, sin huella simbólica, con el tinte del paroxisma. Lo que alcanza apenas a constituir un retorno como retoño son esos viejos testimonios de espera haciendo noticia en los medios de comunicación, poniendo en la circulación pública a la guisa del Sócrates reclamante, lo que carece de virtud en la polis. Pero aunque parece desaparecer tras tanta Mayéutica sobre la salud pública, algo sobre las demandas y sus destinos se han puesto delante de nuestros ojos.

En el afán de focalizar adecuadamente, se discute sobre el tipo de demanda que acoge un servicio asistencial de salud; es que a los crónicos se les ocurre demandar cuando no corresponde, ¿no se dan cuenta que su inútil afán por seguir con sus vidas de manera tan problemática arruina nuestra focalización hacia una clínica eficiente?

¿Cuál es la diferencia entre la demanda de un crónico y la demanda de un agudo? ¿Cuáles son las rentabilidades tras las ofertas que responden a esas demandas?

Según las cifras entregadas por el Subsecretario de Redes Asistenciales, el sector público necesita 320 camas críticas para adultos, lo que significa una inversión 32 millones de dólares. El problema es que el concepto de cama critica y de inversión está fuertemente en disputa: ¿Cuál es el retorno de la inversión en camas criticas? ¿Es la rentabilidad pública o la privada que está puesta en juego?

Hernán Büchi en su columna de ayer domingo en el diario El Mercurio nos da algunas luces sobre el modelo de focalización que una gestión de capitales del siglo XXI debe tener. Nos aclara que el Estado no tiene nada que ver con la generación de riquezas, que estas son privadas, y que la única función del Estado es regular adecuadamente el mercado para los inversionistas y no tratar de generar recursos a través de su propia gestión de capital representado en su presupuesto, como por ejemplo el presupuesto 2013.

Aclarados los roles, ahora debemos ver qué hacemos con las demandas de los crónicos. Un sujeto que no se cura y que consume insumos médicos y prestaciones eternamente debería entonces ser una carga para el Estado porque no genera riqueza y debilita el desarrollo saludable del mercado. Sería rentable para un privado si acaso el PIB fuera lo suficiente como para que un sujeto pobre estuviera dispuesto a pagar por cada uno de los insumos y prestaciones que su patología requiere. El problema es que ese segmento de usuarios tiene un límite en su endeudabilidad, por lo tanto para un capital privado la deuda por enfermedad de alguien que no puede pagar genera activos tóxicos, incobrables.

En este razonamiento entra la unión estratégica del Estado y la rentabilidad privada: si el usuario no puede pagar, el Estado debe pagarnos lo que falta. Pero ya sabemos que la riqueza no es tema del Estado, subvencionar demandas de este tipo es imposible, además que el modelo exige que los propios ciudadanos se hagan cargo de sus carencias y no pidan regalos demasiado caros.

Por lo tanto, si la oferta no es satisfactoria para estos usuarios porque no pueden pagarla o porque si obtienen el bien de consumo no satisface en nada lo que necesita, no podríamos considerar su requerimiento de atención como una verdadera demanda. Si el Estado solo pone reglas y no tiene un capital a su haber, entonces tampoco es un perjuicio para él que exista un conflicto entre privados; no es de su incumbencia arbitrar sobre un consumidor eternamente insatisfecho que ni siquiera tiene dinero ni tiempo de salir a buscar libremente la oferta que requiere.

El problema de estas demandas de emergencia de mala calidad no es su falta gravedad, sino el hecho que emerge y no es reconocida por no adecuarse a la oferta. Los ciudadanos pobres no tienen el dinero como para darse el lujo de transformar sus apremios en demandas verdaderas generadoras de mercados.

A propósito de la respuesta del Subsecretario de Redes Asistenciales, 32 millones de dólares parece marginal; es el valor de un jugador de futbol del alicaído mercado europeo y no parece corresponder ese valor al de las vidas de la fila de cuerpos pacientes que esperan por tener una demanda y de ser acogidos. En esto estaremos de acuerdo todos, sin embargo la diferencia se establece en la gestión de capitales: la compensación de un crónico solo es rentable para ese privado que se representa a si mismo con recursos insignificantes, por lo que para generar nuevos mercados su salud no es significativa. Tampoco es rentable para el Estado, porque según la definición de nuestros intelectuales económicos la rentabilidad de un estado es por definición un error conceptual.

Está muy claro, si usted es pobre trate de no demandar tonteras; tendrá usted una verdadera demanda cuando este apunto de morir o cuando tenga el dinero suficiente para generar ofertas. Mientras tanto debe esperar que algún gurú económico invente un modelo de inversión social que dé evidencia de un retorno significativo a un privado sin que tenga que subsidiar el Estado. Además, si le sirve de consuelo, para algunos psicoanalistas la demanda siempre es demanda de amor, así que trate de molestar menos con sus leseras para que al fin nos podamos dirigir hacia las tareas importantes de nuestro país.

29 de septiembre de 2012

Lalengua y el Català

Por Peter Molineaux

Además de los números en rojo de la crisis económica europea, las protestas callejeras en Grecia y España han tenido una alta cobertura mediática. En el parlamento griego aparecieron hace unos meses los extremismos apostando a la salida de la Eurozona, pero se logró formar entre partes no muy amistosas un gobierno de acuerdo que prometía aceptar las condiciones que las potentes Francia y Alemania ponían para entregar el rescate económico. Ese gobierno recibe hoy la ira de las calles en Atenas.

España, la Madre Patria que perdió su imperio, también está revuelta. En el siglo XX tuvo que arreglárselas con el empobrecimiento económico y anímico de perder las últimas de sus colonias de ultramar para luego enfrentar una sangrienta guerra civil seguida de una dictadura de casi de 40 años. Hoy, con un cuarto de su población cesante, se huelen nuevamente aires de crisis institucional.

Los Indignados inspiraron el año pasado al mundo con una protesta innovadora y el claro mensaje de que el modelo económico está cosechando malestar en todos lados. Occupy Wall Street copió la idea llevándola a Nueva York.

Este año se ha diversificado la protesta y entre las muchas aparece una que ha dado el salto desde la calle a los representantes de la Generalitat, el gobierno de Cataluña: a la marcha independentista del 11 de septiembre en Barcelona ha seguido el adelantamiento de las elecciones del gobierno catalán y la propuesta por parte del líder del partido dominante (CiU), Albert Mas, de hacer un referéndum con la pregunta por la autodeterminación de Cataluña. Es un paso hacia la soberanía y se propuso a pesar de la prohibición del gobierno central de Mariano Rajoy. El jueves el Parlament catalán oficializó la propuesta.

Desde Latinoamérica querer la independencia de España parece de lo más deseable, pero para Cataluña es más complejo. En frío, no conviene. Incluso ha salido el portavoz del CiU, Josep Duran Lleida, a intentar suavizar el asunto diciendo que "la autodeterminación no es lo mismo que la independencia" y que no van a cometer "ningún disparate." Pero el independentismo sopla con fervor, más allá de lo que las (ahora precarias) razones económicas puedan dictar.

En Cataluña se habla otro idioma. Hay otra lengua. Para los que hablamos castellano suena como el español pero no se entiende. Al escucharlo sentimos que por su sonido deberíamos comprender, pero no podemos: como si hubiésemos sufrido repentinamente una grave afasia o nos encontrásemos en un confuso sueño.

Una lengua, incluso más que una nación, crea identidad. Desde la década de 1980 el gobierno de Cataluña promueve con fuerza el idioma catalán en el ámbito público, incluyendo lo jurídico, lo administrativo y lo educacional. Se pide incluso su dominio como condición excluyente para muchos trabajos. El castellano aún supera al catalán en términos porcentuales como lengua habitual, lengua materna y lengua de identificación, pero esto se debe en gran parte al efecto de la inmigración proveniente de otras partes de España. La promoción del catalán apunta a fin de cuentas a la recuperación del idioma como primer idioma, como lengua materna.

En psicoanálisis la relación al otro, es decir a la realidad, está profundamente determinada por el lenguaje. La inscripción del mundo en la realidad psíquica es un acto lingüístico. Jacques Lacan hablaba hacia el final de su vida de lalengua (todo junto) y su rol clave en la constitución de un sujeto. Lalengua es algo parecido a los primeros balbuceos de un bebé –la la la la lalengua– producidos por su cuerpo como una primitiva apelación pulsional al otro. El lenguaje se va haciendo con pedazos de lalengua, estructurando un saber hacer con ella que se llama inconsciente.

Lo que importa de lalengua es que es absolutamente propia, es la forma más singular de gozar para un sujeto. Su articulación con la lengua materna, aquella que se aprende en las principales relaciones afectivas de la infancia, es fundamental porque la una se sirve de la otra para constituirse en cada sujeto y finalmente hacer que pueda relacionarse con el otro.

En Hispanoamérica se nos enseñó que el español es el castellano y esa lengua se convirtió, en gran parte del territorio y a punta de espada, en la lengua materna. Los lugares en que eso no se logró por completo todavía producen resistencias a las naciones a las que supuestamente pertenecen. La Araucanía chilena, el Altiplano peruano, son ejemplos.

El idioma que se sirve de lalengua en la historia de un sujeto para producir un humano hablante es aquel que imprime en ese cuerpo su estructura. Con esa estructura viene una identidad, el reconocimiento de la posibilidad de que algo del otro se articule a algo de mi goce. La promoción del catalán en Cataluña ha ido en la dirección de poner a ese idioma, con toda su historia, sus juegos de palabra y sus idiosincracias en un lugar muy cercano a lo que realmente concierne a los sujetos de esa tierra: su goce.

Los símbolos Españoles, en especial la Monarquía y el Rey, van perdiendo la batalla por tocar algo de la profundidad del alma de aquellos sujetos en que lalengua está enrollada a los idiomas ibéricos que no son el castellano. La conocida historia de ETA es la de los vascos más radicales peleando con las armas por su independencia de un idioma ajeno. Hoy los catalanes quieren hacerlo con un referéndum que al parecer llevarán a cabo aunque sea considerado inconstitucional por Madrid. Si es así, la Constitución Española habrá perdido frente a otra constitución, más fundamental, que es la constitución psíquica lograda entre lalengua de un sujeto y un lenguaje que es su idioma, su lengua materna.

25 de septiembre de 2012

Litio Day and Chilean Trust

Por Antonio Moreno Obando

En el día en que conmemorábamos un traumático quiebre institucional, este año nuestras autoridades y empresarios prefirieron innovar celebrando en la bolsa de Londres el Chile Day. Según lo comentado por un propio miembro de la delegación en El Mercurio, el objetivo principal de la exposición era demostrar seguridad y atraer nuevamente la confianza de los inversionistas. Un 11 de Septiembre Chile invitaba a los inversionistas internacionales, mostrando postales de nuestros conflictos ciudadanos expresados en las protestas. Nuestro delegado comentarista retrataba con viveza el inicial desconcierto de la audiencia. Sin embargo la estrategia logró su cometido, the Chilean trust, no hay nada que ocultar, no se desestabiliza el modelo, puede que salga gente con afán cortoplacista a reclamar a las calles, tan típico de la gente con necesidades y sin talento, pero en Chile no hay nada que ocultar y es un país confiable.

Es curioso que se venda un país lleno de confianza mostrando imágenes de personas indignadas, violentando el orden de las calles y agrediendo a los garantes del cumplimiento de la ley. También esas postales dicen que los habitantes de esa tierra no confían. Pero en el contexto de la inversión del primer mundo eso es precisamente lo que da confianza: se puede invertir porque la poca confianza de nuestros ciudadanos es señal de necesidades insatisfechas por lo tanto augurio de nuevos mercados.

Desde la mirada de un coffee break en la bolsa de Londres, Chile es un país lleno de recursos, donde su potencial sigue siendo los recursos naturales. Parece tan obvio esto con solo mirar la forma de nuestro territorio en un mapa: mar, cordillera, desierto y glaciares, todo en un solo cuerpo territorial. Incluso, ya hay empresas y grupos económicos chilenos con el suficiente seniority o managment como para gestionar inversiones más grandes, tener responsabilidades país mayores, mirar de más cerca el cielo. Desde esta óptica cuesta entender que sean los propios chilenos, o quizás solo los inconformistas sin talento de siempre, quienes no pueden notar estas oportunidades.

A juicio de las autoridades de nuestro ejecutivo, del mismo modo como lo hace un equipo gerencial, reclaman contra aquellos furor administrandis de la contraloría, en este caso el poder judicial, quienes no tienen ni el postgrado en negocios ni la visión suficiente como para mirar más lejos, arruinando con su ceguera las oportunidades.

¿Cuál debiera ser el criterio adecuado para explotar un recurso natural? ¿Acaso será atributivo de los virtuosos leer en forma correcta el potencial de nuestro país? ¿Qué podría saber el ciudadano de a pie lo que significa al largo plazo explotar nuestra riqueza material?

Muchas veces el psicoanálisis se ha topado con dificultades similares. Desde siempre ha mantenido un dialogo difícil con la medicina de la evidencia, la que al momento de investigar o de intervenir apela al conocimiento técnico del recurso natural del cuerpo para poder producir en la experiencia del paciente la satisfacción de adaptarse funcionalmente al medio.

De esta forma, el criterio adecuado para producir en un cuerpo respuestas saludables y ponerlo a trabajar correctamente, es aquel que se ocupa de estudiar la materialidad biológica y sus reacciones químicas. La postura del psicoanálisis en esta discusión hace la eficacia material del cuerpo más relativa y pone el acento en aquel componente cultural, o si se quiere de lenguaje, que determina el valor de la materia según su orientación y anudamiento.

Para ejemplificar esta transformación que hace el sujeto en la materia, Lacan en el Seminario IV pensó en la imagen de un encargado de una hidroelécrica exaltado en su imaginación por el poderío energético del río en su estado virgen. El encargado pone el valor de su industria en tomar la oportunidad de utilizar toda esa energía acumulada en la tierra. Pero la condición material de ese recurso natural no significa nada económicamente sin aquella maquinaria industriosa, sin el artificio del hombre que a favor de un capital y de una rentabilidad pone a trabajar a esa materia. La acumulación de esa materia que se transforma en energía hidroelécrica se produce por techné que aplica el capital, produciendo desde un interés, el monto necesario para impulsar un esfuerzo de trabajo, un requerimiento de gasto energético en función de una producción.

Los conceptos de energía, acumulación y trabajo representan una parte fundamental de la teoría y la práctica psicoanalítica. La pulsión definida por Freud como el limite entre lo psíquico y lo somático también es un requerimiento de trabajo que tiene un fin, que viene desde la acumulación de una energía y que según el recorrido de esa subjetividad que opera en el cuerpo.

La analogía entre el cuerpo y los recursos naturales sólo nos sirve para poder diferenciar el valor de la materialidad como corolario de un factor cultural, porque el recurso natural tiene un valor en tanto generación de trabajo y producción, solo en función de un modo subjetivo y artificial de acumulación.

En el caso del cuerpo de una persona, los avatares de sus acumulaciones, vías de descargas, goces y usufructos por concesiones, son susceptibles de localización y tramitación en el trabajo psicoanalítico. Los intereses, márgenes, pérdidas y restos que estas operaciones productivas dejan para un sujeto, van orientando las direcciones de los tratamientos, según las propias condiciones que cada caso ponga en juego. Pero con un cuerpo como el de Chile que acoge a millones de subjetividades, cada una con diferentes formas de trabajo y producción, resulta muy difícil pensar en una economía común.

La ley juega un rol decisivo en la regulación de los goces. Más allá de su valor de interdicción, la legislación está diseñada para darle un sentido a las acumulaciones de energía y sus trabajos hechos en conjunto. A través de su efecto de sentido, esta ley posibilita la articulación de un discurso que le dé sentido a la producción, a los vehículos de los goces del cuerpo chileno y por lo tanto hacia el lazo social.

Hoy Chile dio una muestra de su confiabilidad y su veracidad al adjudicar la explotación de una de las partes más preciadas por los otros de nuestro cuerpo a la rentabilidad de un miembro de la familia Pinochet y al hermano del ministro de energía a cambio de menos de la mitad de lo que costó el Costanera Center y un mezquino 7% para los gastos extras del estado. Estos elementos seguramente estarán representados en una de las postales del próximo Chile Day a celebrarse en Hong Kong. Si no se impugna la licitación antes, un mensaje estratégico posible para esa presentación sería: no vamos a ocultar nada, nuestra visión competitiva del siglo XXI le otorgó a una empresa chilena su oro blanco, sin importar los prejuicios del pasado o los reclamos envidiosos que no entienden que hay familias exitosas.

14 de septiembre de 2012

Dieciocho

Por Peter Molineaux

Cinco días de fiestas patrias tienen revoloteando con entusiasmo a los medios de comunicación. Los periodistas repiten las incontables notas sobre preparativos, terminales de buses, precios y peligros de los productos. El ambiente está festivo, se va acabando la cuenta regresiva y los hechos noticiosos de siempre van dando paso a la euforia dieciochera.

Se conmemora la primera junta de gobierno, el gran acto patriota. La creación de una patria, con la que se tiene una relación de amor, va en contra del monarca. En el caso de Hispanoamérica la revolución fue continental. Bolivar, San Martín, O'Higgins, abrazos, banderas, himnos, escudos. La Patria.

Es femenina la Patria. La Marsellesa, himno de los franceses de la revolución que inspiró a las americanas, comienza con ¡Vamos hijos de la patria! Es una canción sangrienta, en que el otro, el enemigo impuro y traidor viene a degollar a nuestros hijos y compañeros. Es un llamado a las armas para defenderla a ella, la amada patria. Su símbolo fue una mujer de torso desnudo.

El fervor patriótico inspiraba poesía y toda clase de metáforas para representar la pertenencia, la comulgación de todos en una. Símbolos patrios. Es leyenda peruana, por ejemplo, que San Martín soñó unos pájaros con las alas rojas y despertó sabiendo cómo sería la bandera del país que iba a liberar.

El dieciocho se trata de la conmemoración de una liberación, de la creación de una dulce patria, asilo contra la opresión. Su celebración es una suerte de gran Chao Jefe donde por fin todos podemos desencadenarnos del opresor trabajo y la opresora abstinencia etílica, embarcándonos en días de libertad, baile y todos los excesos. Eh, eh, eh, eh, gritan los danzantes fonderos en el júbilo pre-verbal del rito colectivo.

Esto parece tener una explicación simple, que coincide con la historia y también con una concepción clásica del psicoanálisis: liberación de la opresión. Placer a piacere.

Pero hay una dimensión más oscura, mortífera, que está más allá del placer. Es un imperativo: el dieciocho hay que pasarlo bien.

Para Freud, los imperativos eran sobre todo restricciones, reglas, indicaciones morales que impone el Superyó en contra de la demanda constante de placer del Ello. El Ello pide, pide, pide. El Superyó prohibe, prohibe, prohibe. El Yo se las arregla como puede con esos imperativos que en algo le sirven para que la cosa funcione y la libido no se desborde por todos lados.

Pero en el imperativo dieciochero pasa algo paradójico. El Superyó impone, con la brutalidad que le da su particular posición, que hay que gozar. Imperativo de goce decía Jacques Lacan en uno de los últimos años de su Seminario.

Es algo aplastante. Se enmarca, además, en nuestra época: los tiempos del Just do it y el Impossible is Nothing, donde el ideal es estar siempre activo, siempre bello, feliz, saludable y exitoso en cuerpo/mente/alma. Para nuestras fiestas patrias pasamos, entonces, de un imperativo de goce a otro. Goce 24/7. Nonstop. Eh, eh, eh, eh...

El dieciocho se vive como una liberación porque su ambiente campestre recuerda una época de represión clásica –el patriota contra el monarca, el peón contra el patrón. Sin embargo, el movimiento que ha hecho el imperativo en nuestra época desde la represión al goce, es decir desde un Superyó que castiga con preceptos morales, a un Superyó que obliga con la pulsión de muerte, nos pone en un punto difícil.

Cuando la conmemoración de la gran liberación patriótica coincidía con liberarse de las amarras de un imperativo moral (¡trabaja! ¡obedece! ¡cállate!) se producía un movimiento importante de libido. Se liberaba energía psíquica. Cuando la conmemoración toma los aires de nuestra época y se hace imperativo de goce (¡come! ¡baila! ¡gasta!), la imposición se redobla y algo queda truncado.

El patriotismo, valor añejo, lograba con sus símbolos y sus relatos un soporte para la fiesta del dieciocho. La bandera, el cóndor, el huemul, el cacho y la chicha, daban consistencia en tanto metáforas a la bacanal que se desarrollaba. Los símbolos tienen la utilidad de hacer transitar a las pulsiones por un cierto recorrido. Pero el goce imperativo, inevitable por su estructura, no se interesa mucho en los símbolos ni las representaciones: va directo al grano bajo amenaza de muerte.

En este deslizamiento, la chicha ha ido perdiendo terreno frente al terremoto. Los símbolos están gastados y no funcionan. Aparece el imperativo de goce: hay que tomarse un terremoto.

El momento de la resaca, el diecinueve, siempre ha tenido al desfile cuadrado de las fuerzas armadas como firme recordatorio de que hay que volver al orden. En el Chile de la liberación esa era la muestra violenta de que se acabó la fiesta. Un contraste duro entre juerga y volver a las oprimentes filas.

Pero cuando la juerga es imperativo y el llamado al orden, al éxito, a la eficiencia también son imperativo, algo tendrá que reventar. O por lo menos ceder.

11 de septiembre de 2012

In fraudem Legis: Cuando la ley defrauda

Por Antonio Moreno Obando

Las máximas autoridades de nuestro Gobierno han sostenido públicamente el malestar que les provoca el actual ejercicio del derecho en Chile. Por una parte el Ministro del Interior desde hace algún tiempo pone de manifiesto ante la opinión pública sus apasionados intentos por hacer justicia, apremio que se transmuda en impotencia al encontrar siempre un aplazamiento del acto punitivo por parte de quien juzga. En sus últimas apariciones públicas la queja del Ministro se tomó del fallo en el caso Pitronello: ¡cómo es posible que portar una bomba no sea terrorismo! Más allá de las dificultades técnicas que puedan existir en el diseño y redacción de la ley anti-terrosita, el Ministro parece apuntar a un sentido común que por alguna razón no queda expresado en la materialidad de la redacción de la ley; lectura estrechamente apegada al soporte instrumental del lenguaje, in verba legum, dirimiendo según el estricto significado aunque se aleje del sentido de una de las partes, en este caso, del Estado.

Por otra parte, lo que comenzó como un parafraseo del presidente Piñera sobre la “inseguridad jurídica” que sienten los inversionistas extranjeros para explotar recursos naturales en Chile, terminó en horas de la tarde con una seguidilla de quejas proferidas por distintos ministros a través de los medios de comunicación a propósito de la “racionalidad” del fallo que detiene por el momento el proyecto Castilla. Nuevamente aparece el mismo malestar porque los intereses de los personeros de gobierno no quedan representados: ¡pero cómo es posible que se detenga la inversión si los estudios ambientales cumplen la normativa! Nuevamente se piensa en mejorar la legislación ambiental, considerando la lenta y cada vez más crítica implementación de los tribunales ambientales, porque según nuestro más alto equipo gobernante, la aplicación de la ley en Chile defrauda los intereses del país en la ceguera de Themis buscando un significado.

Pero pensar en los intereses del país en su conjunto es también leguleyo. La República de Chile no tiene un interés común, o un sentido común compartido por todos, todo lo contrario; hoy en día nuestra comunidad nacional pasa por sus momentos de mayor heterogeneidad. Es que los intereses y las satisfacciones pulsionales que nos movilizan tienen muy distintos destinos y posibilidades.

Los defraudados por la ley son aquellos que ven a través de un artilugio, una posposición de la satisfacción de su interés en beneficio de la satisfacción de otro. Todo pareciera calzar en la simetría de los imperativos categóricos kantianos si acaso todos tuviéramos los mismos intereses como país, pero el caos libidinal de una comunidad llena de diferencias provoca un impredecible cruce de cuerpos, agenciados todos de distintas manera en los discursos. Es que aunque lo queramos, las posibilidades de satisfacción no son las mismas para todos.

In fraudem Legis es un latinismo proveniente del derecho romano, que como concepto hoy tipifica un “fraude de ley." No como el Fraus Legis Facta que es “defraudar a la ley," sino que es cuando la ley misma defrauda. El jurista Henrich Honsell describe el fraude de ley como un rodeo del sentido que no violenta las palabras. El fraude de ley ocurre cuando la materialidad de la palabra sirve de pretexto para un rodeo de sentido que encubra una satisfacción de interés en particular. Es cuando la ley en su literalidad va contra el espíritu de la ley, cuando el sentido que inspiró su redacción no queda representado en la sintaxis de la lectura vendada de la justicia.

Lejos de tratar de aducir fraude de ley en los fallos recientes, impresiona la fuerte disonancia que produce en nuestro Gobierno la distancia entre el significado de las palabras y el sentido. Al parecer están viviendo en carne propia esos momentos en los cuales la racionalidad del discurso no logra producir sentido en los sujetos.

Muchas veces los psicoanalistas deben intentar esa ceguera al pie de la letra para provocar en sus analizantes el reordenamiento del sentido que lo aferra problemáticamente a una determinada satisfacción pulsional. Los avatares del rompimiento del sentido en un sujeto solo se deben a sus particulares caminos de satisfacción y la brújula debería ser su sufrimiento (aunque no siempre los psicoanalistas se orienten así).

¿Qué significa que los gobernantes e inversionistas de un país no le encuentren sentido a los significados de la ley y sus fallos para satisfacer sus intereses? Nuestros políticos e inversionistas claman por una lectura teleológica de la ley, esto quiere decir, no importa tanto el significado de la ley, lo importante es si se cumple el fin que persiguen o no.

Así los discursos políticos sostienen su sentido y claman representación en la interpretación de esa ley, generando lazo social desde sus posibilidades de satisfacción.

Si la satisfacción que se pone en juego es traer dinero para intervenir un espacio natural de bienes escasos de manera artificial para generar capital privado y así ofrecer un servicio que satisfaga a un cliente que debe pagar dinero por él, el sentido de la ley que regula debe procurar que no se contamine en forma excesiva pero que se logre el fin del desarrollo privado energético del país.

Si la satisfacción es desarrollar el negocio de los medicamentos, generar capitales privados a cambio de un excelente servicio el cual hay que pagar desde luego, para así dar mayor cobertura en tratamientos y más riqueza al país, entonces la ley debe permitir que el dinero retorne asegurando la inversión privada, aunque pague multas por colusión de precios equivalentes a un 2,5 por ciento de las utilidades.

Si la satisfacción es tener una educación competitiva y de calidad, utilizando la visión y el talento de los emprendedores, la ley debe permitir que el mercado de la educación privada genere el suficiente capital como para financiar gastos en becas para pobres, siempre y cuando las condiciones de la demanda se mantengan, permitiendo así la rentabilidad necesaria para el desarrollo del sector.

Si la satisfacción es sacar de la calle a los bandidos que rompen todo por no tener ni el rigor, ni el talento, ni la visión de un joven emprendedor, entonces la ley debería darnos la fuerza para coaccionar lo suficiente y así tratar con orden los temas desde el parlamento binominal, sistema estable y exitoso desde el cual Chile ha generado nuevos mercados.

Pero ¿Qué pasa cuando la ley defrauda a sus custodios y detienen el acto de esta modalidad de satisfacción? ¿Tendrá ahora el ciudadano de a pie la posibilidad de poner sus propios sentidos en un espacio público y así incorporar sus modos de satisfacción?

Y si estas vías libidinales pedestres no tienen la posibilidad de generar nuevas modos de satisfacción y deben ajustarse a la oferta de nuestros inversionistas y gobernantes ¿Qué deben hacer con el resto fuera de la oferta? ¿Quizás nuevos mercados?

¿Puede sentirse defraudada de la ley la querida chusma que no es parte en tanto particulares en los litigios contra los que infringen la ley y no pagan?

¿Hay fraude de ley cuando la norma ambiental se cumple y contamina con ferocidad en Ventanas, cuando la ley de educación se redacta inclusiva y segrega, cuando la ley anti-discriminación no opera siempre respecto a nuestras etnias o sexualidades, cuando alguien es parte de un sistema político democrático y no lo representa?

3 de septiembre de 2012

Papá Borghi

Por Peter Molineaux

Desde que Claudio Borghi está a cargo de la selección de fútbol de Chile, sus convocatorias han perdido reiteradamente a jugadores luego de ser nominados. Han habido tres eventos en que él ha seleccionado y luego ha tenido que reemplazar a algunos de sus elegidos por otros de segunda línea.

Estuvo el bautizazo que involucró a cinco jugadores titulares, el discotecazo de Medel y Vargas y, para esta nómina, el #nomeacuerdodelacuerdo del presidente de la ANFP, Sergio Jadue.

Días después de la reaparición de tres jugadores que estaban entre los protagonistas de la primera crisis, salen otros cuatro de la lista por un confuso malentendido entre el club de los jugadores, Universidad de Chile, la ANFP y el propio Borghi. La estrategia del entrenador ha sido siempre la misma: corta a los jugadores en conflicto.

Dos de los involucrados en el bautizazo y varios más de la actual selección fueron entrenados por Borghi cuando eran muy jóvenes en la configuración de Colo Colo que logró un tetracampeonato y fue finalista de la Copa Sudamericana en 2006: Valdivia, Sánchez, Suazo, Fernández, Vidal y el capitán, Claudio Bravo. El otro Claudio, Borghi, es una figura paterna para ellos. ¿Qué tipo de padre? Un padre cercano, que puede estar muy serio, pero que en el brillo de un ojo está a punto de la lanzar una broma. El padre de los asados, el padre que conversa. La crítica prolifera: los jugadores chilenos necesitan mano dura.

A ese padre cercano le hicieron el bautizazo, la indisciplina de llegar tarde y alcoholizados, sabiendo que va en contra de lo conversado. El padre se enojó y los otros hermanos también. Fue noticia internacional.

Bautizazo. ¿Es un superlativo? Recuerda el Puerto Ordazo, el Maracanazo, un champañazo. ¿Es una hazaña? Un jugadorazo se manda un cabezazo. La prensa deportiva se encarga de bautizar los hechos extradeportivos de los protagonistas y lo hacen en la lengua que conocen: gooooooolazoooo.

Bautizar, dar el nombre a un acto, tiene un efecto profundo. Especialmente cuando se trata de un acto confuso, semi-secreto, multicausado. Darle un nombre permite darle un trato.

El nombre que se le dio a la gran indisciplina rima también con mazazo. Un golpe contundente al papá Borghi. La hipérbole de la jerga futbolística –el nombre bautizazo– va en la dirección de rematar al DT porque insinúa el fracaso del trato cercano, del padre comprensivo.

Fue un momento crítico. Ya se había rumoreado poco tiempo antes que Valdivia y Beausejour habían estado desayunando borrachos en el Tavelli horas antes de una concentración. La posición del entrenador estaba en juego: si aguantaba otra, se le iba todo de las manos. La prensa, el camarín, todo el fútbol chileno sentiría el efecto de la dirección que daría Borghi.

Lo que hizo fue cortar a los jugadores. Fue un corte que además de estar asociado a decir "córtenla," produce una puntuación. Corte. Punto aparte.

En una sesión de psicoanálisis también se usa el corte. Se corta una palabra o una frase. Sostener se transforma en sos tener, redirigiendo el sentido original. Muchas veces se termina la sesión con un corte. La idea detrás de este recurso técnico es que latiendo entre el sentido de sus palabras está el goce de un sujeto. Cortar las frases, dejando por un momento el imperio del sentido, permite tocar algo de ese goce, reduciéndolo. El chilenismo para de gozar es altamente iluminado porque es cierto que conviene que el goce se reduzca.

El corte de Borghi tiene un doble efecto: en la línea del sentido dice "córtenla," estableciéndolo a él en un lugar riguroso, propio del padre autoritario que echaban de menos los que la lengua futbolera ha llamado las viudas de Bielsa. El otro efecto es el de puntuar el goce que burbujea en los jóvenes jugadores y que llevaba al desborde. En la mayoría de ellos tuvo un efecto de reducción.

En este evento más reciente con los convocados de la U, el DT usa nuevamente su corte. Esta vez no va dirigido a los futbolistas sino a la pareja Yuraszeck-Jadue. Más que a reducir goce, apunta desde la posición paterna a decir "córtenla." Se ve a Borghi en conferencia de prensa mostrando un documento de planificación de fines del año pasado: "no me hueveen con que soy desorganizado."

Durante ese día, José Yuraszeck, presidente de la sociedad anónima que administra a la U, intenta ubicar a Jadue para que haga valer el acuerdo que tenían para ceder a los jugadores un día más tarde y con un partido recién jugado. Cuando aparece Jadue, el presidente débil, lanza desde su lugar de atrapado la frase "no me acuerdo del acuerdo." Al mismo tiempo y a pesar del evidente bochorno envía un comunicado escrito en que dice que respalda al técnico.

En ese vacío de autoridad que deja Jadue y su espaldarazo inocuo, Borghi ha podido hacer el tránsito desde el padre cercano, chocho, que se angustiaba con los aviones, al padre autoritario que dice "córtenla." Fue algo necesario y que quizás en él es un poco forzado.

Ahora bien, cuando se trata de los poderes fácticos del fútbol chileno –es decir Yuraszeck, no Jadue– el gesto de corte agrega algo más, algo que tiene la marca de una seducción. Dice que "en la selección se está por gusto" y “yo no obligo a nadie a estar en la selección." Con eso sustrae su deseo y mira hacia otro lado, eligiendo a otro. Ahí aparece una dimensión novedosa en su corte que, por su lógica, provoca deseo. La U ofreció entonces a sus jugadores casi de inmediato y, como mirando por encima del hombro, Borghi re-convocó a uno.

El triple efecto que ha conseguido el DT con su gesto tajante parece la única forma de navegar el lugar de Seleccionador Nacional porque la encrucijada exige la capacidad de (1) reducir el goce extrafutbolístico de los jugadores, (2) calmar el clamor de autoritarismo por parte del medio deportivo nacional y (3) mantener a los clubes con algún nivel de deferencia hacia la Selección. Es algo que Borghi ha podido sostener bien, sin morder la mano que le da de comer ni el títere que la disfraza.