29 de septiembre de 2012

Lalengua y el Català

Por Peter Molineaux

Además de los números en rojo de la crisis económica europea, las protestas callejeras en Grecia y España han tenido una alta cobertura mediática. En el parlamento griego aparecieron hace unos meses los extremismos apostando a la salida de la Eurozona, pero se logró formar entre partes no muy amistosas un gobierno de acuerdo que prometía aceptar las condiciones que las potentes Francia y Alemania ponían para entregar el rescate económico. Ese gobierno recibe hoy la ira de las calles en Atenas.

España, la Madre Patria que perdió su imperio, también está revuelta. En el siglo XX tuvo que arreglárselas con el empobrecimiento económico y anímico de perder las últimas de sus colonias de ultramar para luego enfrentar una sangrienta guerra civil seguida de una dictadura de casi de 40 años. Hoy, con un cuarto de su población cesante, se huelen nuevamente aires de crisis institucional.

Los Indignados inspiraron el año pasado al mundo con una protesta innovadora y el claro mensaje de que el modelo económico está cosechando malestar en todos lados. Occupy Wall Street copió la idea llevándola a Nueva York.

Este año se ha diversificado la protesta y entre las muchas aparece una que ha dado el salto desde la calle a los representantes de la Generalitat, el gobierno de Cataluña: a la marcha independentista del 11 de septiembre en Barcelona ha seguido el adelantamiento de las elecciones del gobierno catalán y la propuesta por parte del líder del partido dominante (CiU), Albert Mas, de hacer un referéndum con la pregunta por la autodeterminación de Cataluña. Es un paso hacia la soberanía y se propuso a pesar de la prohibición del gobierno central de Mariano Rajoy. El jueves el Parlament catalán oficializó la propuesta.

Desde Latinoamérica querer la independencia de España parece de lo más deseable, pero para Cataluña es más complejo. En frío, no conviene. Incluso ha salido el portavoz del CiU, Josep Duran Lleida, a intentar suavizar el asunto diciendo que "la autodeterminación no es lo mismo que la independencia" y que no van a cometer "ningún disparate." Pero el independentismo sopla con fervor, más allá de lo que las (ahora precarias) razones económicas puedan dictar.

En Cataluña se habla otro idioma. Hay otra lengua. Para los que hablamos castellano suena como el español pero no se entiende. Al escucharlo sentimos que por su sonido deberíamos comprender, pero no podemos: como si hubiésemos sufrido repentinamente una grave afasia o nos encontrásemos en un confuso sueño.

Una lengua, incluso más que una nación, crea identidad. Desde la década de 1980 el gobierno de Cataluña promueve con fuerza el idioma catalán en el ámbito público, incluyendo lo jurídico, lo administrativo y lo educacional. Se pide incluso su dominio como condición excluyente para muchos trabajos. El castellano aún supera al catalán en términos porcentuales como lengua habitual, lengua materna y lengua de identificación, pero esto se debe en gran parte al efecto de la inmigración proveniente de otras partes de España. La promoción del catalán apunta a fin de cuentas a la recuperación del idioma como primer idioma, como lengua materna.

En psicoanálisis la relación al otro, es decir a la realidad, está profundamente determinada por el lenguaje. La inscripción del mundo en la realidad psíquica es un acto lingüístico. Jacques Lacan hablaba hacia el final de su vida de lalengua (todo junto) y su rol clave en la constitución de un sujeto. Lalengua es algo parecido a los primeros balbuceos de un bebé –la la la la lalengua– producidos por su cuerpo como una primitiva apelación pulsional al otro. El lenguaje se va haciendo con pedazos de lalengua, estructurando un saber hacer con ella que se llama inconsciente.

Lo que importa de lalengua es que es absolutamente propia, es la forma más singular de gozar para un sujeto. Su articulación con la lengua materna, aquella que se aprende en las principales relaciones afectivas de la infancia, es fundamental porque la una se sirve de la otra para constituirse en cada sujeto y finalmente hacer que pueda relacionarse con el otro.

En Hispanoamérica se nos enseñó que el español es el castellano y esa lengua se convirtió, en gran parte del territorio y a punta de espada, en la lengua materna. Los lugares en que eso no se logró por completo todavía producen resistencias a las naciones a las que supuestamente pertenecen. La Araucanía chilena, el Altiplano peruano, son ejemplos.

El idioma que se sirve de lalengua en la historia de un sujeto para producir un humano hablante es aquel que imprime en ese cuerpo su estructura. Con esa estructura viene una identidad, el reconocimiento de la posibilidad de que algo del otro se articule a algo de mi goce. La promoción del catalán en Cataluña ha ido en la dirección de poner a ese idioma, con toda su historia, sus juegos de palabra y sus idiosincracias en un lugar muy cercano a lo que realmente concierne a los sujetos de esa tierra: su goce.

Los símbolos Españoles, en especial la Monarquía y el Rey, van perdiendo la batalla por tocar algo de la profundidad del alma de aquellos sujetos en que lalengua está enrollada a los idiomas ibéricos que no son el castellano. La conocida historia de ETA es la de los vascos más radicales peleando con las armas por su independencia de un idioma ajeno. Hoy los catalanes quieren hacerlo con un referéndum que al parecer llevarán a cabo aunque sea considerado inconstitucional por Madrid. Si es así, la Constitución Española habrá perdido frente a otra constitución, más fundamental, que es la constitución psíquica lograda entre lalengua de un sujeto y un lenguaje que es su idioma, su lengua materna.

25 de septiembre de 2012

Litio Day and Chilean Trust

Por Antonio Moreno Obando

En el día en que conmemorábamos un traumático quiebre institucional, este año nuestras autoridades y empresarios prefirieron innovar celebrando en la bolsa de Londres el Chile Day. Según lo comentado por un propio miembro de la delegación en El Mercurio, el objetivo principal de la exposición era demostrar seguridad y atraer nuevamente la confianza de los inversionistas. Un 11 de Septiembre Chile invitaba a los inversionistas internacionales, mostrando postales de nuestros conflictos ciudadanos expresados en las protestas. Nuestro delegado comentarista retrataba con viveza el inicial desconcierto de la audiencia. Sin embargo la estrategia logró su cometido, the Chilean trust, no hay nada que ocultar, no se desestabiliza el modelo, puede que salga gente con afán cortoplacista a reclamar a las calles, tan típico de la gente con necesidades y sin talento, pero en Chile no hay nada que ocultar y es un país confiable.

Es curioso que se venda un país lleno de confianza mostrando imágenes de personas indignadas, violentando el orden de las calles y agrediendo a los garantes del cumplimiento de la ley. También esas postales dicen que los habitantes de esa tierra no confían. Pero en el contexto de la inversión del primer mundo eso es precisamente lo que da confianza: se puede invertir porque la poca confianza de nuestros ciudadanos es señal de necesidades insatisfechas por lo tanto augurio de nuevos mercados.

Desde la mirada de un coffee break en la bolsa de Londres, Chile es un país lleno de recursos, donde su potencial sigue siendo los recursos naturales. Parece tan obvio esto con solo mirar la forma de nuestro territorio en un mapa: mar, cordillera, desierto y glaciares, todo en un solo cuerpo territorial. Incluso, ya hay empresas y grupos económicos chilenos con el suficiente seniority o managment como para gestionar inversiones más grandes, tener responsabilidades país mayores, mirar de más cerca el cielo. Desde esta óptica cuesta entender que sean los propios chilenos, o quizás solo los inconformistas sin talento de siempre, quienes no pueden notar estas oportunidades.

A juicio de las autoridades de nuestro ejecutivo, del mismo modo como lo hace un equipo gerencial, reclaman contra aquellos furor administrandis de la contraloría, en este caso el poder judicial, quienes no tienen ni el postgrado en negocios ni la visión suficiente como para mirar más lejos, arruinando con su ceguera las oportunidades.

¿Cuál debiera ser el criterio adecuado para explotar un recurso natural? ¿Acaso será atributivo de los virtuosos leer en forma correcta el potencial de nuestro país? ¿Qué podría saber el ciudadano de a pie lo que significa al largo plazo explotar nuestra riqueza material?

Muchas veces el psicoanálisis se ha topado con dificultades similares. Desde siempre ha mantenido un dialogo difícil con la medicina de la evidencia, la que al momento de investigar o de intervenir apela al conocimiento técnico del recurso natural del cuerpo para poder producir en la experiencia del paciente la satisfacción de adaptarse funcionalmente al medio.

De esta forma, el criterio adecuado para producir en un cuerpo respuestas saludables y ponerlo a trabajar correctamente, es aquel que se ocupa de estudiar la materialidad biológica y sus reacciones químicas. La postura del psicoanálisis en esta discusión hace la eficacia material del cuerpo más relativa y pone el acento en aquel componente cultural, o si se quiere de lenguaje, que determina el valor de la materia según su orientación y anudamiento.

Para ejemplificar esta transformación que hace el sujeto en la materia, Lacan en el Seminario IV pensó en la imagen de un encargado de una hidroelécrica exaltado en su imaginación por el poderío energético del río en su estado virgen. El encargado pone el valor de su industria en tomar la oportunidad de utilizar toda esa energía acumulada en la tierra. Pero la condición material de ese recurso natural no significa nada económicamente sin aquella maquinaria industriosa, sin el artificio del hombre que a favor de un capital y de una rentabilidad pone a trabajar a esa materia. La acumulación de esa materia que se transforma en energía hidroelécrica se produce por techné que aplica el capital, produciendo desde un interés, el monto necesario para impulsar un esfuerzo de trabajo, un requerimiento de gasto energético en función de una producción.

Los conceptos de energía, acumulación y trabajo representan una parte fundamental de la teoría y la práctica psicoanalítica. La pulsión definida por Freud como el limite entre lo psíquico y lo somático también es un requerimiento de trabajo que tiene un fin, que viene desde la acumulación de una energía y que según el recorrido de esa subjetividad que opera en el cuerpo.

La analogía entre el cuerpo y los recursos naturales sólo nos sirve para poder diferenciar el valor de la materialidad como corolario de un factor cultural, porque el recurso natural tiene un valor en tanto generación de trabajo y producción, solo en función de un modo subjetivo y artificial de acumulación.

En el caso del cuerpo de una persona, los avatares de sus acumulaciones, vías de descargas, goces y usufructos por concesiones, son susceptibles de localización y tramitación en el trabajo psicoanalítico. Los intereses, márgenes, pérdidas y restos que estas operaciones productivas dejan para un sujeto, van orientando las direcciones de los tratamientos, según las propias condiciones que cada caso ponga en juego. Pero con un cuerpo como el de Chile que acoge a millones de subjetividades, cada una con diferentes formas de trabajo y producción, resulta muy difícil pensar en una economía común.

La ley juega un rol decisivo en la regulación de los goces. Más allá de su valor de interdicción, la legislación está diseñada para darle un sentido a las acumulaciones de energía y sus trabajos hechos en conjunto. A través de su efecto de sentido, esta ley posibilita la articulación de un discurso que le dé sentido a la producción, a los vehículos de los goces del cuerpo chileno y por lo tanto hacia el lazo social.

Hoy Chile dio una muestra de su confiabilidad y su veracidad al adjudicar la explotación de una de las partes más preciadas por los otros de nuestro cuerpo a la rentabilidad de un miembro de la familia Pinochet y al hermano del ministro de energía a cambio de menos de la mitad de lo que costó el Costanera Center y un mezquino 7% para los gastos extras del estado. Estos elementos seguramente estarán representados en una de las postales del próximo Chile Day a celebrarse en Hong Kong. Si no se impugna la licitación antes, un mensaje estratégico posible para esa presentación sería: no vamos a ocultar nada, nuestra visión competitiva del siglo XXI le otorgó a una empresa chilena su oro blanco, sin importar los prejuicios del pasado o los reclamos envidiosos que no entienden que hay familias exitosas.

14 de septiembre de 2012

Dieciocho

Por Peter Molineaux

Cinco días de fiestas patrias tienen revoloteando con entusiasmo a los medios de comunicación. Los periodistas repiten las incontables notas sobre preparativos, terminales de buses, precios y peligros de los productos. El ambiente está festivo, se va acabando la cuenta regresiva y los hechos noticiosos de siempre van dando paso a la euforia dieciochera.

Se conmemora la primera junta de gobierno, el gran acto patriota. La creación de una patria, con la que se tiene una relación de amor, va en contra del monarca. En el caso de Hispanoamérica la revolución fue continental. Bolivar, San Martín, O'Higgins, abrazos, banderas, himnos, escudos. La Patria.

Es femenina la Patria. La Marsellesa, himno de los franceses de la revolución que inspiró a las americanas, comienza con ¡Vamos hijos de la patria! Es una canción sangrienta, en que el otro, el enemigo impuro y traidor viene a degollar a nuestros hijos y compañeros. Es un llamado a las armas para defenderla a ella, la amada patria. Su símbolo fue una mujer de torso desnudo.

El fervor patriótico inspiraba poesía y toda clase de metáforas para representar la pertenencia, la comulgación de todos en una. Símbolos patrios. Es leyenda peruana, por ejemplo, que San Martín soñó unos pájaros con las alas rojas y despertó sabiendo cómo sería la bandera del país que iba a liberar.

El dieciocho se trata de la conmemoración de una liberación, de la creación de una dulce patria, asilo contra la opresión. Su celebración es una suerte de gran Chao Jefe donde por fin todos podemos desencadenarnos del opresor trabajo y la opresora abstinencia etílica, embarcándonos en días de libertad, baile y todos los excesos. Eh, eh, eh, eh, gritan los danzantes fonderos en el júbilo pre-verbal del rito colectivo.

Esto parece tener una explicación simple, que coincide con la historia y también con una concepción clásica del psicoanálisis: liberación de la opresión. Placer a piacere.

Pero hay una dimensión más oscura, mortífera, que está más allá del placer. Es un imperativo: el dieciocho hay que pasarlo bien.

Para Freud, los imperativos eran sobre todo restricciones, reglas, indicaciones morales que impone el Superyó en contra de la demanda constante de placer del Ello. El Ello pide, pide, pide. El Superyó prohibe, prohibe, prohibe. El Yo se las arregla como puede con esos imperativos que en algo le sirven para que la cosa funcione y la libido no se desborde por todos lados.

Pero en el imperativo dieciochero pasa algo paradójico. El Superyó impone, con la brutalidad que le da su particular posición, que hay que gozar. Imperativo de goce decía Jacques Lacan en uno de los últimos años de su Seminario.

Es algo aplastante. Se enmarca, además, en nuestra época: los tiempos del Just do it y el Impossible is Nothing, donde el ideal es estar siempre activo, siempre bello, feliz, saludable y exitoso en cuerpo/mente/alma. Para nuestras fiestas patrias pasamos, entonces, de un imperativo de goce a otro. Goce 24/7. Nonstop. Eh, eh, eh, eh...

El dieciocho se vive como una liberación porque su ambiente campestre recuerda una época de represión clásica –el patriota contra el monarca, el peón contra el patrón. Sin embargo, el movimiento que ha hecho el imperativo en nuestra época desde la represión al goce, es decir desde un Superyó que castiga con preceptos morales, a un Superyó que obliga con la pulsión de muerte, nos pone en un punto difícil.

Cuando la conmemoración de la gran liberación patriótica coincidía con liberarse de las amarras de un imperativo moral (¡trabaja! ¡obedece! ¡cállate!) se producía un movimiento importante de libido. Se liberaba energía psíquica. Cuando la conmemoración toma los aires de nuestra época y se hace imperativo de goce (¡come! ¡baila! ¡gasta!), la imposición se redobla y algo queda truncado.

El patriotismo, valor añejo, lograba con sus símbolos y sus relatos un soporte para la fiesta del dieciocho. La bandera, el cóndor, el huemul, el cacho y la chicha, daban consistencia en tanto metáforas a la bacanal que se desarrollaba. Los símbolos tienen la utilidad de hacer transitar a las pulsiones por un cierto recorrido. Pero el goce imperativo, inevitable por su estructura, no se interesa mucho en los símbolos ni las representaciones: va directo al grano bajo amenaza de muerte.

En este deslizamiento, la chicha ha ido perdiendo terreno frente al terremoto. Los símbolos están gastados y no funcionan. Aparece el imperativo de goce: hay que tomarse un terremoto.

El momento de la resaca, el diecinueve, siempre ha tenido al desfile cuadrado de las fuerzas armadas como firme recordatorio de que hay que volver al orden. En el Chile de la liberación esa era la muestra violenta de que se acabó la fiesta. Un contraste duro entre juerga y volver a las oprimentes filas.

Pero cuando la juerga es imperativo y el llamado al orden, al éxito, a la eficiencia también son imperativo, algo tendrá que reventar. O por lo menos ceder.

11 de septiembre de 2012

In fraudem Legis: Cuando la ley defrauda

Por Antonio Moreno Obando

Las máximas autoridades de nuestro Gobierno han sostenido públicamente el malestar que les provoca el actual ejercicio del derecho en Chile. Por una parte el Ministro del Interior desde hace algún tiempo pone de manifiesto ante la opinión pública sus apasionados intentos por hacer justicia, apremio que se transmuda en impotencia al encontrar siempre un aplazamiento del acto punitivo por parte de quien juzga. En sus últimas apariciones públicas la queja del Ministro se tomó del fallo en el caso Pitronello: ¡cómo es posible que portar una bomba no sea terrorismo! Más allá de las dificultades técnicas que puedan existir en el diseño y redacción de la ley anti-terrosita, el Ministro parece apuntar a un sentido común que por alguna razón no queda expresado en la materialidad de la redacción de la ley; lectura estrechamente apegada al soporte instrumental del lenguaje, in verba legum, dirimiendo según el estricto significado aunque se aleje del sentido de una de las partes, en este caso, del Estado.

Por otra parte, lo que comenzó como un parafraseo del presidente Piñera sobre la “inseguridad jurídica” que sienten los inversionistas extranjeros para explotar recursos naturales en Chile, terminó en horas de la tarde con una seguidilla de quejas proferidas por distintos ministros a través de los medios de comunicación a propósito de la “racionalidad” del fallo que detiene por el momento el proyecto Castilla. Nuevamente aparece el mismo malestar porque los intereses de los personeros de gobierno no quedan representados: ¡pero cómo es posible que se detenga la inversión si los estudios ambientales cumplen la normativa! Nuevamente se piensa en mejorar la legislación ambiental, considerando la lenta y cada vez más crítica implementación de los tribunales ambientales, porque según nuestro más alto equipo gobernante, la aplicación de la ley en Chile defrauda los intereses del país en la ceguera de Themis buscando un significado.

Pero pensar en los intereses del país en su conjunto es también leguleyo. La República de Chile no tiene un interés común, o un sentido común compartido por todos, todo lo contrario; hoy en día nuestra comunidad nacional pasa por sus momentos de mayor heterogeneidad. Es que los intereses y las satisfacciones pulsionales que nos movilizan tienen muy distintos destinos y posibilidades.

Los defraudados por la ley son aquellos que ven a través de un artilugio, una posposición de la satisfacción de su interés en beneficio de la satisfacción de otro. Todo pareciera calzar en la simetría de los imperativos categóricos kantianos si acaso todos tuviéramos los mismos intereses como país, pero el caos libidinal de una comunidad llena de diferencias provoca un impredecible cruce de cuerpos, agenciados todos de distintas manera en los discursos. Es que aunque lo queramos, las posibilidades de satisfacción no son las mismas para todos.

In fraudem Legis es un latinismo proveniente del derecho romano, que como concepto hoy tipifica un “fraude de ley." No como el Fraus Legis Facta que es “defraudar a la ley," sino que es cuando la ley misma defrauda. El jurista Henrich Honsell describe el fraude de ley como un rodeo del sentido que no violenta las palabras. El fraude de ley ocurre cuando la materialidad de la palabra sirve de pretexto para un rodeo de sentido que encubra una satisfacción de interés en particular. Es cuando la ley en su literalidad va contra el espíritu de la ley, cuando el sentido que inspiró su redacción no queda representado en la sintaxis de la lectura vendada de la justicia.

Lejos de tratar de aducir fraude de ley en los fallos recientes, impresiona la fuerte disonancia que produce en nuestro Gobierno la distancia entre el significado de las palabras y el sentido. Al parecer están viviendo en carne propia esos momentos en los cuales la racionalidad del discurso no logra producir sentido en los sujetos.

Muchas veces los psicoanalistas deben intentar esa ceguera al pie de la letra para provocar en sus analizantes el reordenamiento del sentido que lo aferra problemáticamente a una determinada satisfacción pulsional. Los avatares del rompimiento del sentido en un sujeto solo se deben a sus particulares caminos de satisfacción y la brújula debería ser su sufrimiento (aunque no siempre los psicoanalistas se orienten así).

¿Qué significa que los gobernantes e inversionistas de un país no le encuentren sentido a los significados de la ley y sus fallos para satisfacer sus intereses? Nuestros políticos e inversionistas claman por una lectura teleológica de la ley, esto quiere decir, no importa tanto el significado de la ley, lo importante es si se cumple el fin que persiguen o no.

Así los discursos políticos sostienen su sentido y claman representación en la interpretación de esa ley, generando lazo social desde sus posibilidades de satisfacción.

Si la satisfacción que se pone en juego es traer dinero para intervenir un espacio natural de bienes escasos de manera artificial para generar capital privado y así ofrecer un servicio que satisfaga a un cliente que debe pagar dinero por él, el sentido de la ley que regula debe procurar que no se contamine en forma excesiva pero que se logre el fin del desarrollo privado energético del país.

Si la satisfacción es desarrollar el negocio de los medicamentos, generar capitales privados a cambio de un excelente servicio el cual hay que pagar desde luego, para así dar mayor cobertura en tratamientos y más riqueza al país, entonces la ley debe permitir que el dinero retorne asegurando la inversión privada, aunque pague multas por colusión de precios equivalentes a un 2,5 por ciento de las utilidades.

Si la satisfacción es tener una educación competitiva y de calidad, utilizando la visión y el talento de los emprendedores, la ley debe permitir que el mercado de la educación privada genere el suficiente capital como para financiar gastos en becas para pobres, siempre y cuando las condiciones de la demanda se mantengan, permitiendo así la rentabilidad necesaria para el desarrollo del sector.

Si la satisfacción es sacar de la calle a los bandidos que rompen todo por no tener ni el rigor, ni el talento, ni la visión de un joven emprendedor, entonces la ley debería darnos la fuerza para coaccionar lo suficiente y así tratar con orden los temas desde el parlamento binominal, sistema estable y exitoso desde el cual Chile ha generado nuevos mercados.

Pero ¿Qué pasa cuando la ley defrauda a sus custodios y detienen el acto de esta modalidad de satisfacción? ¿Tendrá ahora el ciudadano de a pie la posibilidad de poner sus propios sentidos en un espacio público y así incorporar sus modos de satisfacción?

Y si estas vías libidinales pedestres no tienen la posibilidad de generar nuevas modos de satisfacción y deben ajustarse a la oferta de nuestros inversionistas y gobernantes ¿Qué deben hacer con el resto fuera de la oferta? ¿Quizás nuevos mercados?

¿Puede sentirse defraudada de la ley la querida chusma que no es parte en tanto particulares en los litigios contra los que infringen la ley y no pagan?

¿Hay fraude de ley cuando la norma ambiental se cumple y contamina con ferocidad en Ventanas, cuando la ley de educación se redacta inclusiva y segrega, cuando la ley anti-discriminación no opera siempre respecto a nuestras etnias o sexualidades, cuando alguien es parte de un sistema político democrático y no lo representa?

3 de septiembre de 2012

Papá Borghi

Por Peter Molineaux

Desde que Claudio Borghi está a cargo de la selección de fútbol de Chile, sus convocatorias han perdido reiteradamente a jugadores luego de ser nominados. Han habido tres eventos en que él ha seleccionado y luego ha tenido que reemplazar a algunos de sus elegidos por otros de segunda línea.

Estuvo el bautizazo que involucró a cinco jugadores titulares, el discotecazo de Medel y Vargas y, para esta nómina, el #nomeacuerdodelacuerdo del presidente de la ANFP, Sergio Jadue.

Días después de la reaparición de tres jugadores que estaban entre los protagonistas de la primera crisis, salen otros cuatro de la lista por un confuso malentendido entre el club de los jugadores, Universidad de Chile, la ANFP y el propio Borghi. La estrategia del entrenador ha sido siempre la misma: corta a los jugadores en conflicto.

Dos de los involucrados en el bautizazo y varios más de la actual selección fueron entrenados por Borghi cuando eran muy jóvenes en la configuración de Colo Colo que logró un tetracampeonato y fue finalista de la Copa Sudamericana en 2006: Valdivia, Sánchez, Suazo, Fernández, Vidal y el capitán, Claudio Bravo. El otro Claudio, Borghi, es una figura paterna para ellos. ¿Qué tipo de padre? Un padre cercano, que puede estar muy serio, pero que en el brillo de un ojo está a punto de la lanzar una broma. El padre de los asados, el padre que conversa. La crítica prolifera: los jugadores chilenos necesitan mano dura.

A ese padre cercano le hicieron el bautizazo, la indisciplina de llegar tarde y alcoholizados, sabiendo que va en contra de lo conversado. El padre se enojó y los otros hermanos también. Fue noticia internacional.

Bautizazo. ¿Es un superlativo? Recuerda el Puerto Ordazo, el Maracanazo, un champañazo. ¿Es una hazaña? Un jugadorazo se manda un cabezazo. La prensa deportiva se encarga de bautizar los hechos extradeportivos de los protagonistas y lo hacen en la lengua que conocen: gooooooolazoooo.

Bautizar, dar el nombre a un acto, tiene un efecto profundo. Especialmente cuando se trata de un acto confuso, semi-secreto, multicausado. Darle un nombre permite darle un trato.

El nombre que se le dio a la gran indisciplina rima también con mazazo. Un golpe contundente al papá Borghi. La hipérbole de la jerga futbolística –el nombre bautizazo– va en la dirección de rematar al DT porque insinúa el fracaso del trato cercano, del padre comprensivo.

Fue un momento crítico. Ya se había rumoreado poco tiempo antes que Valdivia y Beausejour habían estado desayunando borrachos en el Tavelli horas antes de una concentración. La posición del entrenador estaba en juego: si aguantaba otra, se le iba todo de las manos. La prensa, el camarín, todo el fútbol chileno sentiría el efecto de la dirección que daría Borghi.

Lo que hizo fue cortar a los jugadores. Fue un corte que además de estar asociado a decir "córtenla," produce una puntuación. Corte. Punto aparte.

En una sesión de psicoanálisis también se usa el corte. Se corta una palabra o una frase. Sostener se transforma en sos tener, redirigiendo el sentido original. Muchas veces se termina la sesión con un corte. La idea detrás de este recurso técnico es que latiendo entre el sentido de sus palabras está el goce de un sujeto. Cortar las frases, dejando por un momento el imperio del sentido, permite tocar algo de ese goce, reduciéndolo. El chilenismo para de gozar es altamente iluminado porque es cierto que conviene que el goce se reduzca.

El corte de Borghi tiene un doble efecto: en la línea del sentido dice "córtenla," estableciéndolo a él en un lugar riguroso, propio del padre autoritario que echaban de menos los que la lengua futbolera ha llamado las viudas de Bielsa. El otro efecto es el de puntuar el goce que burbujea en los jóvenes jugadores y que llevaba al desborde. En la mayoría de ellos tuvo un efecto de reducción.

En este evento más reciente con los convocados de la U, el DT usa nuevamente su corte. Esta vez no va dirigido a los futbolistas sino a la pareja Yuraszeck-Jadue. Más que a reducir goce, apunta desde la posición paterna a decir "córtenla." Se ve a Borghi en conferencia de prensa mostrando un documento de planificación de fines del año pasado: "no me hueveen con que soy desorganizado."

Durante ese día, José Yuraszeck, presidente de la sociedad anónima que administra a la U, intenta ubicar a Jadue para que haga valer el acuerdo que tenían para ceder a los jugadores un día más tarde y con un partido recién jugado. Cuando aparece Jadue, el presidente débil, lanza desde su lugar de atrapado la frase "no me acuerdo del acuerdo." Al mismo tiempo y a pesar del evidente bochorno envía un comunicado escrito en que dice que respalda al técnico.

En ese vacío de autoridad que deja Jadue y su espaldarazo inocuo, Borghi ha podido hacer el tránsito desde el padre cercano, chocho, que se angustiaba con los aviones, al padre autoritario que dice "córtenla." Fue algo necesario y que quizás en él es un poco forzado.

Ahora bien, cuando se trata de los poderes fácticos del fútbol chileno –es decir Yuraszeck, no Jadue– el gesto de corte agrega algo más, algo que tiene la marca de una seducción. Dice que "en la selección se está por gusto" y “yo no obligo a nadie a estar en la selección." Con eso sustrae su deseo y mira hacia otro lado, eligiendo a otro. Ahí aparece una dimensión novedosa en su corte que, por su lógica, provoca deseo. La U ofreció entonces a sus jugadores casi de inmediato y, como mirando por encima del hombro, Borghi re-convocó a uno.

El triple efecto que ha conseguido el DT con su gesto tajante parece la única forma de navegar el lugar de Seleccionador Nacional porque la encrucijada exige la capacidad de (1) reducir el goce extrafutbolístico de los jugadores, (2) calmar el clamor de autoritarismo por parte del medio deportivo nacional y (3) mantener a los clubes con algún nivel de deferencia hacia la Selección. Es algo que Borghi ha podido sostener bien, sin morder la mano que le da de comer ni el títere que la disfraza.