26 de noviembre de 2013

Paz para los niños

Por Peter Molineaux

El domingo en la noche, justo a la hora de los noticiarios centrales de los canales de televisión, pudimos ver al mediático Dr. Rodrigo Paz tomándose la sede del Servicio Nacional de Menores (SENAME) junto a un puñado de personas. Su protesta de esa noche fue solamente uno de muchos actos que Paz ha realizado en el último año contra el mencionado Servicio. En una entrevista a la revista Paula, publicada el mismo domingo, se reportean sus vociferaciones con megáfono frente al congreso, su ayuno en Plaza Italia, su carta al Presidente o su llanto cuando la candidata Bachelet lo tomó por fin en cuenta. En el mismo artículo, Paz dice que ha gastado más de 30 millones de pesos de su propio bolsillo y que lo hace por los niños.

El argumento de este psiquiatra de la tele es, a grandes rasgos, el siguiente: Los niños que tienen conductas delictivas están enfermos y por lo tanto necesitan tratamiento. Como los niños pobres no reciben tratamiento, delinquen. Los niños acomodados sí lo reciben y no delinquen. El SENAME estaría haciendo mal las cosas porque no dan el tratamiento adecuado a los niños. El llamado sería al Ministerio de Salud para que se haga responsable de la delincuencia juvenil como un problema de salud pública. Habría que eliminar al SENAME y crear un organismo que se haga cargo de esto que según Paz valdría 600 millones de dólares al año. Simple. Indignante que el gobierno no se preocupe por los niños. Ojalá el Presidente Piñera esté escuchando por ahí.

Para seguir este argumento habría que preguntarse de qué están enfermos estos niños y cuál es su tratamiento. La respuesta a lo primero es fácil, y aunque no lo diga siempre públicamente el Dr. Paz, se sabe por sus prácticas: son bipolares. Caen dentro del espectro bipolar.

Como fue alguna vez el Trastono por Déficit Atencional para niños, el Espectro Bipolar se está forjando un lugar central en el diagnóstico psiquiátrico para niños y adultos—una enfermedad para toda la familia. Su causa: la más pura e indiscutible, la preferida por el Tercer Reich, la genética. El tratamiento propuesto es con fármacos estabilizadores del ánimo o antipsicóticos. Nuevamente en la plaza, Paz exige un tratamiento integral y multidisciplinario, pero en su trabajo en centros de la red de salud pública, de los que fue removido sistemáticamente, atiende a sus pacientes en 3 minutos, tiempo suficiente para preguntar si el niño "anda mejor" y subir o mantener la dosis del medicamento. ¿Preguntas o reclamos de los padres? En el mejor de los casos: "hable con la psicóloga." En el peor: "usted, señora, también es bipolar."

Ser bipolar es una condición crónica. Como diagnóstico tuvo sus inicios en las Psicosis Maníaco Depresivas y, luego de un paso por ser un Trastorno Afectivo, hoy lo Bipolar va tomando su nuevo título de Espectro.

En un espectro cabe casi todo, facilitando el diagnóstico y justificando el uso rápido de fármacos que, efectivamente, luego de ajustar las dosis, reducen la agitación de los niños. En los adultos la cosa es menos clara porque, a diferencia de los escolares que pasan rápidamente al acto, los grandes hablan más y pueden decidir si toman o no remedios, tener una postura frente a su tratamiento o simplemente quejarse.

Al ser un diagnóstico para toda la vida, ser bipolar se instala desde niño junto con los medicamentos para siempre, creando inmediatamente a un enfermo crónico. Ese acto aplastante es el que practica el Dr. Rodrigo Paz. Más allá de sus indignados discursos a megáfono abierto en contra de un SENAME que a todas luces funciona mal frente a un problema complejo, Paz no propone otra cosa que pacificar con violencia.

Los psicoanalistas, en su práctica diaria, también escuchan, ven, sienten el ritmo persistente de una agitación en la época contemporánea, no solo en los niños, sino en el cuerpo. De hecho, el Encuentro Americano de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana que se celebró hace unos días en Buenos Aires, el mismo fin de semana en el que el Dr. Paz intensificaba su cruzada por los niños, llevó como título Hablar con el Cuerpo, La Crisis de las Normas y la Agitación de lo Real. La constatación clínica de toda una serie de cuadros, que van desde la hiperactividad a la obesidad o desde las nuevas adicciones a las crisis de pánico, han llevado al psicoanálisis a preguntarse qué hay en la época que provoca estos efectos que poco tienen que ver con una queja elaborada en palabras y que comprometen de tal forma al cuerpo.

Las elaboraciones teóricas van en la línea de que la supremacía de lo simbólico, sostén de los grandes ideales, del Padre, de las Normas, ha dado paso en nuestros tiempos al goce más o menos desenfrenado del cuerpo, de lo real del cuerpo. De la modernidad en que, como Chaplin, había que levantarse, ir al trabajo, llegar a la casa, criar a los hijos, hemos pasado a otra era en que hay que encontrarse a si mismo, disfrutar plenamente de la vida sexual, consumir: Tu Vida Fluye, te dice el banco. Tu vida debe fluir. Lo que antes descansaba en el Otro porque la exigencia era Suya para ejercer sobre los sujetos, se ha trasladado con la época a cada sujeto, a cada cuerpo, provocando su exaltación.

Para los niños, antes había que hacerle caso a los adultos. Hoy la infancia se idealiza y hay que ser un niño feliz. De eso que la Norma exigía, se podía uno escabullir. Del imperativo ser un niño feliz, el cuerpo no escapa.

Sobre el tratamiento del niño con más de 40 detenciones antes de los 10 años conocido como Cisarro, el Dr. Paz dijo que al administrarle los fármacos "apareció Cristóbal, apareció el niño que es" y así se habría podido hacer un trabajo psicoterapéutico con él. Al quitarle el tratamiento el avaro SENAME hizo desaparecer al niño y volvió el delincuente enfermo. Esta visión recortada de un sujeto es como el bisturí para la fealdad o el estrangulamiento gástrico para la obesidad: una solución desde el cuerpo para el cuerpo, un automatismo que no logra hacer lazo. Es, en el fondo, una solución que está en línea con la época, profundamente violenta y bruta.