28 de noviembre de 2012

El fin del mundo

Por Peter Molineaux

Dicen que viene el fin del mundo. Ya lo anunciaba uno de los calendarios Maya desde hace tiempo, poniendo la fecha del 21 de Diciembre de 2012 como último día. El año pasado se estrenó una película hollywoodense con el título "2012" en la que las aguas inundaban al planeta que quedaría despoblado de humanos. Un grupo de privilegiados logró, en la trama predecible del film, salvar de la catástrofe en un arca muy avanzada tecnológicamente.

En televisión se habla mucho, ya no solo en boca de Salfate. Dicen que lo confirma el Papa y una princesa japonesa. Las señales parapsicológicas también lo indican. Algo se viene. Para los más esperanzados es un cambio hacia un mundo mejor, para otros el Apocalipsis. Tres días de oscuridad. Abundarían las razones científicas: el magnetismo está cambiando, tormentas solares, mucho terremoto últimamente oiga.

En los últimos años nos han anunciado varias fechas para el día final, pero no ha pasado nada. Esta vez no será distinto y se reorganizarán las predicciones entorno a otra fecha futura medianamente verosímil. El 13 es un número malulo, así que el 2013 sí se viene el gran fin.

Si se ha repetido tantas veces el plop de una supuesta hecatombe ¿por qué se sigue creyendo que ahora sí va a pasar?

La posibilidad de que todos muramos produce grandes cantidades de angustia en buena parte de la población y tiene un alto costo en Salud Mental. ¿Por qué prosperan con tanta facilidad las hipótesis infundadas y con tan poca las explicaciones razonables? En algún lugar de los sujetos se logran alojar estos cuentos de destrucción masiva, fuego y miseria.

Luego de la Primera Guerra Mundial, Freud se preguntaba por la insistencia con que los recuerdos terribles y traumatizantes eran revividos por los soldados que habían padecido los horrores de la trinchera. El recuerdo del terror se repite, no se puede remover y se presentifica a cada instante. Se suceden las pesadillas. Se repite y se repite la misma secuencia espantosa. Compulsión a la repetición, la bautizó.

Esa constatación clínica se convertía en un problema para la teoría psicoanalítica que ya cumplía 20 años. Hasta ese momento, para Freud, las pulsiones de los sujetos eran gobernadas por el principio del placer, es decir que el aparato psíquico buscaba evitar el displacer y mantener un equilibrio a través de descargas de sus tensiones.

Producir y repetir representaciones dolorosas no sigue la lógica del placer y habla de una fuerza más oscura, llevando al inventor del psicoanálisis a revisar su teoría: usó el nombre pulsión de muerte. Con esa nueva elaboración, la pulsión (trieb), que en una de las traducciones aceptadas es llamada instinto, tiene como objetivo innato el retorno a un estado inanimado. Su versión erótica, la pulsión de vida, no sería más que un rodeo del instinto de muerte en su camino hacia su destino final: la descomposición.

Oscuros pensamientos de Sigmund: en lo más propio de lo vivo, en el instinto, está la inevitable dirección mortífera.

La repetición atolondrada de fechas para el fin del mundo es una expresión de la pulsión de muerte que nuestra cultura mediática y globalizada nos regala a diario. Si las civilizaciones por separado han dado curso a la muerte a través de ritos sacrificiales y promesas de tiempos finales, la cultura global toma de cada una de sus esquinas los relatos para abastecer el stock de predicciones cataclísmicas –los Maya, los Inca, los Celta, la Biblia. Y la ciudad global se asusta. Ya viene, ya viene, ya viene...

En ese trabajo de 1920, Más allá del principio del placer, Freud observaba a su nieto Ernst en uno de sus primeros juegos infantiles: el niño de dieciocho meses jugaba a tirar una bobina amarrada a un hilo dentro de su cuna pronunciando un esbozo de la palabra fort (lejos en alemán) y luego, al recuperar el objeto tirando del hilo, pronunciaba la palabra da (acá en alemán). Este juego permitía al niño soportar las horas de ausencia de su madre –muy angustiosas para los niños pequeños– otorgándole a él la conducción del destino de la aparición y la desaparición.

Como para Ernst, el juego de los inventos de fechas para el fin del mundo nos permite hacer de forma repetitiva un rodeo a la inevitable desaparición, vivida como un desamparo absoluto en la infancia muy temprana e instalada profundamente en nosotros por la pulsión de muerte.

Pero circular constantemente en torno a la muerte es una forma muy primitiva de tratar lo inevitable. Toca muy de cerca al agujero que es la angustia. Antes de morir, más que un rodeo repetitivo, la figura más conveniente sería quizás un arco, una parábola, un desvío por surcos más novedosos que anunciar y esperar el fin. En esta época de información inmediata y colmo de las necesidades al instante, la pulsión de muerte encuentra pocos caminos para recorrer antes de ejecutar su promesa. Se acabará todo y será muy pronto.

En la versión de la llegada de estas fechas como un cambio de época en la historia humana hay, sin embargo, luces de un arco más amplio, de un relato que sofistica la relación al agujero. Nuestra especie va camino a encontrar su lugar en el universo. Se viene un nuevo paradigma. Por esa vía quizás nuestra cultura global retome por un tiempo, siempre limitado, los pasos de Eros. Por la otra, aquella de la venta mediática siempre renovable de un día para la muerte, la angustia está demasiado cerca todo el tiempo.

21 de noviembre de 2012

El concilio chileno del Hospital Clínico UC: “Hospes Privatus”

Por Antonio Moreno Obando

Ayer se pudo observar a simple vista en nuestra ciudad la imagen de un trabajador del Hospital Clínico de la Universidad Católica crucificado en el frontis, como manifestación performática que representa sus demandas sindicales y morales. La crucifixión en una institución de inspiración católica no es un simple cartel; por momentos parece la expresión de una eterna dualidad, o trinidad si se quiere, que ha puesto en quiebre desde sus inicios el sentido del cristianismo y su cruz.

En el concilio de Efesto del siglo V después de Cristo, la suspicacia de Nestoriano hacía explícita la incómoda posibilidad de que Jesús tuviera dos naturalezas irreconciliables: humana y divina. Si bien se condenó con horror en ese momento la posibilidad de humanidad que Nestoriano vislumbraba, a partir del siguiente concilio de Calcedonia y luego todos los demás ecuménicos en occidente se vieron en la obligación de tomar esta dualidad e incorporarlas en una unidad, de partes escindidas, pero hechas uno por el espíritu santo. Esta fusión de dos características opuestas llamada unión hipostática, nos hace pensar en una sola persona que debe conciliar dos voluntades contrapuestas que se juntan en la carne de Dios que es su hijo.

Freud también pensó el Yo enfrentado a dos fuerzas opuestas, lo que se debe hacer como requerimiento externo y las pulsiones pujantes con su incansable requerimiento de descarga desde el interior. Freud llamaba a esta incomodidad vasallaje, o luego malestar en la cultura. Desde entonces para un neurótico es posible esa contradicción y en su dialéctica poder sostener una relación transferencial con su analista que permita su cura, en el sentido clínico desde luego. Pero en la doctrina apostólica nunca ha logrado descansar este vasallaje que también sufre.

La Pontifica Universidad Católica de Chile basa su Plan de Desarrollo en la constitución apostólica redactada por Juan Pablo II a principios de los '90 Ex Corde Ecclessiae que define una institución académica católica como “una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales.”

En este mismo sentido es conocida la vocación de servicio y solidaridad que prestan algunos alumnos de pregrado, que inspirados por estos lineamientos UC desde la pastoral o desde organizaciones estudiantiles generan acción social. Pero más allá de la mística juvenil, campamentos y vida universitaria, instancias cruciales para el país como la atención en salud masiva desde un Hospital Clínico de la misma universidad no necesariamente sostiene su misión organizacional del mismo modo.

Klinike es aquello que se hace al pie de la cama, lo que se hace con aquel que esta por alguna razón inclinado, quebrado en su verticalidad bípeda. La clínica desde siempre ha conservado un sentido de hospedaje, el hospes que necesita aquel semejante que pasa por el camino acongojado de cuerpo y espíritu, el que no puede seguir, el enfermo que representa Cristo en la cruz, no importa de donde venga ni hacia donde se dirija.

Pero la inserción del Cristo crucificado en el mercado chileno, ha obligado a nuestros feligreses del capital y guardianes del magisterio a competir para liderar el mercado de los despojados. Las condiciones de la oferta en salud de este modelo nos devuelve al problema Nestoriano, hace un corte sagital a la unión hipostática para encontrar el empuje emprendedor del Cristo hombre, su liderazgo, sus habilidades blandas, su managment, su orientación hacia los resultados, su eficiencia y eficacia. Entonces los espíritus de los caminantes de nuestra urbe son demandas de mercado y sus padeceres son cuantificables en costos y mensurables en insumos y retornos de capital. El hospes se vuelve privatus, vale decir, privado, es un hospedaje que priva a los que no tienen lo suficiente, que debe poner su práctica al pie de la cama no como un fin sino como un medio para conservar su plan de negocios, para no claudicar en su estrategia de capitales, y así estar a la altura de la feroz competencia laica que asecha.

Del Ex Corde Ecclessiae a la Integración vertical económica a la que se refería esta semana Matías Goyenechea. Estrategias corporativas que sostienen sus utilidades en una cadena jerárquica de necesidades que protege al usufructo bajo su alero, con un paternalismo firme pero considerado; este modelo que tanto acomoda a la familia tradicional chilena del latifundio. Acá sí importa de dónde venga la gente que se hospeda, y por su puesto la fidelidad que tengan sus trabajadores a los intereses del dueño del capital, los cuales deben poner su honestidad y vocación al servicio del poder del amo para que los proteja con su potentado prestigio en cada currículum vitae.

La misión académica católica de la constitución apostólica no es competitiva porque está inspirada en la santidad, en esa inspiración que tiene su recompensa en el reino de los cielos. La investigación clínica, la docencia, la vocación de servicio y el involucramiento en los severos problemas de atención en salud de nuestro desigual país no constituyen un mercado suficientemente atractivo para inversiones con la marca de Jesús.

Es inquietante ver la imagen de un servidor de Cristo por ser, se quiera o no, trabajador de una institución de Cristo, crucificado por la dignidad de un reajuste salarial. Quizá si el viejo difisismo de la primera Iglesia hubiese prevalecido, tendríamos hoy la misma Iglesia pero más integrada a las ficciones de la carne y sincera con su voluntad mundana que por naturaleza no logra empalmar totalmente en el verbo divino: teniendo sexualidad, pudiendo generar emprendimientos y utilidades sin hacer penitencias, aceptando el pecado como una posibilidad. Así también podrían darles al fin su propio espacio a los que no necesitan ser líderes ni tener management para buscar su verdad lejos de lo suntuoso.

En estos tiempos queda claro que la ilusión apostólica romana de que existe una sola cruz no se sostiene y deja en evidencia a la nueva subjetividad ciudadana que la doctrina lejos de regular, funciona como un buen pretexto para dejar bajo la alfombra el exceso contra el que tanto han combatido.

12 de noviembre de 2012

Su Excelencia

Por Peter Molineaux

Con la salida de los ministros presidenciables de La Moneda y el inicio apurado de la campaña por definir al candidato de derecha, el presidente arriesga quedar en posición de lo que se ha llamado "el pato cojo." Este término, traducido del inglés lame duck, implica que un personaje saliente de su cargo y sin posibilidades de ser reelecto pierde poder en la esfera política porque las apuestas se hacen por los futuros ocupantes de su puesto.

Para evitar el cuak cuak, Piñera está intentando dar un último impulso a su reacomodado gabinete: terminar bien nuestro gobierno para asegurar un segundo período a la Alianza. Un gabinete fuerte le ayudaría a esconder la patita coja tras la idea de que sus ministros podrían continuar en el centro del próximo gobierno y que él podría ser de alguna influencia en el éxito del candidato de su coalición. Terminar con la frente en alto. De cualquier forma, la proclamación de Golborne y Allamand como candidatos marca el inicio del fin del gobierno actual.

Es tiempo de evaluar, de mirar hacia los últimos tres años...

Había un hombre exitoso, un multimillonario que además había sido senador y candidato presidencial. Había una figura política que aparecía en las encuestas como el único capaz de arrebatarle el poder ejecutivo a la Concertación. Un hombre hábil, un líder que hizo fortuna pensando un paso más adelante que tu y yo. Era un hombre de centro, de ideas modernas, de los pocos de su Alianza que podían ostentar la medalla de haber votado por el NO.

Y le ganó la elección al fome de Frei. Se venía un Gobierno de Excelencia, por fin la eficiencia del mundo privado empresarial iba a traer su éxito al burocrático y anticuado mundo público. Se les acabó la fiesta a estos zurdos flojos cantaban los trolleos.

¿Terremoto? No importa. Haremos más en 20 días que lo que hicieron los otros en 20 años. Chaquetas rojas, rebranding: el Gobierno es una marca renovada.

A pesar de la buena publicidad, duró poco la luna de miel entre el presidente y un país supuestamente unido por la tragedia. Críticas de un lado: es un gobierno con letra chica. Del otro: no hay conducción política entre ministros técnicos.

Bielsa lo esquiva en el saludo, él le dice "loco." La presión aumenta para que se deshaga de todas sus acciones, ¡las de Colo-Colo también!

Aparecen los tics, se suceden los marepotos. Los 33 mineros recuperaron la esperanza de tener un gobierno exitoso y popular tras la apuesta firme del presidente por salvarlos. Tiempos de gloria. Pero el gesto de Cecilia pidiéndole que guarde el papelito representó a todo el país que ya estaba fascinándose con el carismático, sonriente y sobrecogedoramente neutro Ministro de Minería. Golborne se mantenía sobre el 75% y Piñera iba cayendo estrepitosamente al enredarse en el rumor de que algo tuvo que ver con la partida del director técnico rosarino de la selección de fútbol. Finalmente el estallido social lo puso en un jaque ideológico del que nunca pudo salir.

La imitación de Kramer caricaturiza algo que todos vemos. El gesto corporal de incomodidad, de no estar bien puesta la ropa, ese tic que parece significar que quiere zafar, soltarse, pero que no puede. Los franceses dicen être mal dans sa peau, estar mal en la propia piel. ¿Qué le pasó a Piñera con la piel de presidente?

Primero habría que saber por qué ese hombre rico, influyente, una de las fortunas del país, quiso ser presidente. "Por vocación de servicio público," dirá. Bueno, eso no existe. Existe el narcisismo, el deseo, las pulsiones, los sueños. Cosas así. Es difícil saber lo que quería con la presidencia, incluso para él mismo. Lo que sí sabemos es que algo de lo que buscaba Sebastián Piñera en ser presidente no fue encontrado. O que se encontró con algo que no quería. Eso muestran sus gestos automáticos y sus lapsus.

Cuando Ollanta Humala visitó Chile como presidente electo, Piñera le dijo que esa etapa–la de ser presidente electo–era la mejor parte de la presidencia. Esa es la etapa en la que se goza del título pero no de la responsabilidad. Soy el elegido, el primer pato de la fila. En su otro momento alto, cuando se rescató a los mineros, el presidente se paseó con piedras de allá abajo entre jefes de estado de allá arriba. Una piedra pa' la reina. Soy el de las primeras planas de los diarios del mundo. Éxito. Chile über alles.

En la hiperactividad del éxito tras éxito, él parece estar bien. Para eso fue elegido, para transmitir su éxito privado a todo el país. Bajo su liderazgo íbamos directo al desarrollo antes del final de la década. Pero en lo público su liderazgo menguó porque en lo público ese deseo galopante de éxito se encuentra con la muralla del otro. En lo privado importa uno. En lo público hay otro, mucho otro.

En el mundo del business hay que seducir al otro para que compre o para que venda a buen precio. Simpático en las reuniones, firme en las negociaciones con los objetivos claros más allá de lo que quiera el otro. Y si no quiere, no hay negocio. Ser ejecutivo en lo privado es ser rápido, efectivo, asertivo. Arremangarse las mangas de la camisa y trabajar 24/7. En lo público, ser gobierno–el Ejecutivo–es tener cuidado con los tiempos, no decirlo todo, reunirse antes de tomar decisiones. Quedarse quieto con la banda puesta solemnemente mientras habla el otro.

Sebastián Piñera fue muy exitoso al ritmo de los deseos privados puestos a conquistarse 24/7, pero el compás público lo deja con el paso atorado, con ganas de salir a bailar a su acelerado tempo. La pulsión busca los caminos y Su Excelencia los bloquea. El cuello se retuerce, tu-sunami.

En este último tercio de presidencia La Moneda se juega por posicionar los éxitos de este gobierno en la consciencia pública. Post-natal de 6 meses, inscripción automática y voto voluntario, reforma tributaria... Luego, el impopular Primer Mandatario podrá pasar al fin a la esperada comodidad de ser ex-presidente y a recuperar sus bienes privados. Está por verse qué será de los ritmos de sus pulsiones en esa nueva posición que en primera instancia parece ofrecerle una cierta ecualización entre lo público y lo privado, entre lo del Otro y lo de Uno: una patita adentro, otra afuera. Está por verse, también, si baila como pato cojo en estos meses que quedan o si flota como pato en el agua sobre los logros que vaya recordándonos junto a su gabinete de cierre.

8 de noviembre de 2012

Halloween zombie rotten politikon

Por Antonio Moreno Obando

En 15 días vivimos tres eventos encadenados diacrónicamente en Chile. Primero fueron las elecciones y los abstinentes, segundo las monstruosas vestiduras en pequeños cuerpos pidiendo dulces y tercero las elecciones de representantes en EEUU por televisión. Abstenciones, monstruos e invasiones extranjeras, politikones, zombies y nacionalismos contrapuestos.

Pero a pesar de que ni la democracia, ni los zombis, ni el imperialismo se inventaron en Chile, estamos atravesados de igual manera por estas imágenes; se presentan desagregadamente en cada una de nuestras pasiones ciudadanas a pesar de la habladuría universalizante que las xenofobizan.

Hace algunas semanas atrás, mucho antes de la extranjera celebración de Halloween, jóvenes chilenos zombis caminaban en plena Alameda. Los adultos vivos miraban con curiosidad desde su habitual tribuna de la vereda, como cada vez que cortan el tránsito en favor de una proclama ideológica, desconcertados preguntándose qué tipo de manifiesto esta vez interrumpía la circulación urbana. Pues ninguno, era solo un acto estético de jóvenes disfrazando sus cuerpos con la muerte, carne expuesta de pintura y plásticos que horrorizan a quien pueda o quiera ver.

Más tarde, el primer evento, nuestra elección democrática de voto voluntario y su inolvidable 60% de abstención. ¿Cuál será la razón de que los jóvenes se quejen tanto y no concurran a sufragar? ¿Será que sus espíritus ya están muertos de tanta red social o por ser simplemente mal educados?

La generación de muertos en vida que no se dejan representar, que respiran y demandan pero desde la oscuridad, no se iluminan con la luz apolínea del voto democrático y prefieren la manifestación trágica, opaca y poco racional de Dionisio. El zombi surge y acosa con un requerimiento real, no aguanta el discurso civilizado del pobre vivo trabajador padre de familia que arranca con una escopeta en la mano; el zombi tiene hambre, quiere tu cerebro, tu corazón, sin eufemismos, sin velos, voraz y deprivado del eros, triste, sediento y fatal.

Freud en su texto Duelo y Melancolía proponía una articulación metapsicológica para aproximarse desde la experiencia clínica a estos muertos en vida. Decía Freud que se identifican al objeto que perdieron y que por lo tanto retiran su amor por el mundo para vertirlo hacia el yo como objeto perdido. Los describía como sujetos de acuciante franqueza que esperan repulsión y castigo. El melancólico no puede hacer un duelo normal por lo perdido sino que debe convertirse en lo perdido y extrañarse de los objetos del mundo. Un zombi no puede ir a votar porque está muy lejos de tener relaciones significativas con los vivos, está omnubilado por una gran privación, ideantificándose con ella. Los zombis no tienen sindicato, no son organizaciones funcionales otorgadas por un municipio, no escriben manifiestos, no son ni sabios ni ignorantes, no saben si su disfraz es gringo o chileno, no son consecuentes, no son conscientes.

En la primera parte de su obra Freud diferenciaba las psiconeurosis de defensa de las neurosis de angustia. En ambas hay una retención de la líbido que no tiene una adecuada tramitación a través de la consciencia, sin embargo mientras en la primera esta detención era producto de una represión por conflicto psíquico, en la segunda solo había una abstención. Muy pronto para Freud estas neurosis actuales quedaron fuera de su elucidación clínica, pues no parece en esos sujetos surgir una genuina demanda de curación sobre el síntoma que les irrumpe. La neurosis de angustia o actual, solo se cifra como padecer en una retención de la libido.

Lo actual de esta angustia aquí parece no tener una resonancia discursiva, simplemente transita por un cuerpo y se manifiesta. Esta actualidad no elabora una representación en la cual se juegue o se tramite su posición con el resto de las representaciones del mundo, algo no alcanza a investirse en un espectro que necesite de lo que los analistas llaman el goce fálico para saber y existir.

Estas apariciones espectrales sí son muy perturbadoras para aquellos que están en plena disputa por el prestigio en medio de las representaciones del mundo lenguajero, y parece inaceptable que existan semejantes que no pretendan entrar en esa alienación discursiva. Horroriza la cercanía con lo real, angustia, moviliza; haz algo de tu vida, vive o muere, no pueden estar en la mitad, búscate un trabajo, estudia, hace algo productivo.

El segundo evento que nos ocurrió fue la noche de los muertos, y son los más pequeños los que con una enorme emoción y anhelo buscan la manera de disfrazarse de escalofriantes maneras. Pronto aparece la mirada del padre chileno despreciando el lucro de estas festividades, la lejanía con nuestras tradiciones, es que el supermercado Líder con toda su transnacionalidad a cuestas aún no ha pensado en vender un disfraz del Trauco para Halloween, quizás en el Mall de Castro...

Pero los pequeños cuerpos infantes aún no están celosos del prestigio arrebatado de sus padres endeudados con la tarjeta Presto, no se juegan la resistencia contra la invasión extranjera abusiva (o tal vez sí de otra manera), no piensan en un acto político consecuente de la ciudadanía chilena. La deuda, al menos del supermercado, aún pertenece a sus padres.

El tercer evento los chilenos lo vimos en televisión y en twitter; y vimos muchas más cosas que Obama: parlamentarios latinos y homosexuales, legalización de la marihuana y la frase más retwitteada de la historia. Todo un desfile de situaciones cotidianas para nosotros pero presentadas ya no desde la plaza pública sino que desde una pantalla. Es que todos esos también son nuestros problemas y también se ofrecen a la identificación de los vivos que mueren que tienen deudas de tarjeta y combaten contra la opresión de alguien.

Nuestro malestar hoy aparece envuelto en estos eventos, que aunque tengan una falla en la originalidad fálica que deseamos y parezcan mala copia de algo, toman lugar en nuestras producciones culturales, en nuestros discursos, en nuestras renuncias pulsionales y en nuestro deseo.

Eso también incluye a nuestros muertos en vida de caminar lento y brazos extendidos y anhelantes que empujan como representación de una cosa y que no pueden traducirse fielmente en palabras provenientes de tecnologías políticas o sociales eficientes y eficaces. Freud aconsejaba al clínico en esa época a tomarse tiempo; estos trabajos de la líbido son lentos y caprichosos, también son tiempos sincrónicos, a veces momentos o esquinas de la ciudad sin mayor justificación que se ofrecen para la irrupción irracional del mito, no siempre el pacto social fue un logos politikon tan apurado, interesado, objetivo y feroz.