11 de mayo de 2015

El Punto G de Peñailillo

Por Peter Molineaux

El primer cambio de Gabinete del segundo mandato de la Presidenta Michelle Bachelet tiene como gran caído al ahora ex-Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo. Luego de ser el principal hombre de confianza de la Presidenta, inició su desplome con el manejo de los primeros días del caso Caval y terminó de morder el polvo con la aparición de boletas realizadas por supuestos trabajos profesionales que a todas luces son pagos por su trabajo político en la pre-campaña presidencial. Estos hechos lo ponen en la misma serie que los personajes teñidos por la cochiná que resulta del cruce entre dinero y política, es decir, Wagner, los Carlos, Dávalos, la Ena, los hijos-de-Pizarro, etc. Su reacción a la seguidilla de boletas fue, para su desgracia, la misma que sus nuevos compañeros de serie: "yo no hice nada ilegal," "las asesorías sí se realizaron" y otras. 

Pero Peñailillo pertenece a otra serie, un poco más antigua, que se ha llamado G90: una generación de políticos del PPD que él lidera y que se formaron en la década de la vuelta a la democracia en Chile. Como coincidencia de nombres y ácida sincronía, a nivel internacional el G90 es el grupo formado por los países más pobres de la Organización Mundial del Comercio para reunir fuerzas y plantear posiciones comunes, intentando con esto contrapesar al G8, el pequeño grupo de los más ricos.

El G90 chileno juntó en la década de 1990 a jóvenes políticos "sin cuna," es decir aquellos que no pertenecían a familias con apellido reconocible en los poderes políticos ni económicos (que como vamos viendo son bastante más cercanos de lo que parecían). Peñailillo, vocero de la zona sur de la  Confech cuando estudiaba en la Universidad del Bío-Bío, se fue perfilando como el representante, el símbolo, de una épica meritocrática de esa generación: jóvenes políticos que por su carácter y talento entraban a lo más alto de las esferas del poder de un país que hasta entonces sólo era gobernado por una elite impenetrable. 

La escalada del G90 —que incluía además de Peñailillo a nombres como Faúndez, Riquelme y Henríquez— se perfiló dentro del aparato político desde el gobierno de Lagos, poblando los gabinetes con un aire más académico, universitario, experto que puramente político o dirigencial. De ahí que su gran corpus de trabajo en las últimas dos décadas lleve el enlodado nombre de asesorías. Por ahí el triángulo académico/económico/político encontró un fértil terreno: ese grupo de jóvenes meritocráticos podía ocupar y alternarse en cargos estatales, al mismo tiempo de asesorar o formar empresas que busquen influir en el mundo público para lograr beneficios económicos. Por ahí fueron entrando, con uno que otro escándalo (como el del G90 Harold Correa en Chiledeportes) que no por escandaloso terminó con su ascenso.

Hoy, por la misma vía que mezcla academia, empresas y política, caen.

Los G90 vivieron el fin de su adolescencia y los formadores años de la primera adultez en la década que les da su nombre. Los '90 fueron años sucios. En Europa se estaba pasando de la claridad del corte de la guerra fría entre capitalismo y comunismo a una transición basada en el florecimiento económico, pero sin grandes ideales. En EEUU, el triunfo del free world dio paso a la serie de guerras en Medio Oriente que continúan hasta hoy y que producen por su salvaje disparidad una reacción radicalizada y también salvaje. En el mundo de la cultura popular se pasó del glam y el yuppi al grunge, que en contraposición al brillo y el éxito levantaba sin muchas ganas la bandera de los trapos sucios como ropa y el desencanto como melodía. Una forma de "no estoy ni ahí" que llevó a su lengua en esta lejana esquina del mundo nuestro Premio al Limón, Marcelo Ríos. Algo de esa cultura se transmitía a nuestro territorio: en cassette, cómpac o por el cable de MTV un sonido sucio y una ética dejada permeaban a la generación de los '90. Algo de ese pathos habrá llegado en algún formato también a Cabrero, 8ª Región.

En Chile, la transición era hacia la democracia luego del reino de uno de los dictadores más afamados de la historia mundial por su brutalidad autoritaria. Se transitó en los '90, por lo tanto, de la lucha contra (o a favor) del totalitarismo a otra cosa bastante más pequeña: la medida de lo posible. Esa transición funcionó, pero no tuvo la limpieza, la pureza, de la defensa de un ideal o de la lucha contra un tirano. Tuvo la suciedad de la política de los acuerdos. Pasando y pasando. Lo pasado pisado

Lo que no se pudo tocar, es decir el sistema económico, siguió funcionando libre, mientras el foco político estaba en mantener la democracia y en el esclarecimiento y condena progresiva de las atrocidades contra los derechos humanos.

Esos son los años formativos del G90. En ese tiempo en el que la prudencia en lo político llamaba a los expertos para reemplazar a los idearios y en que lo económico liberal corría por cuenta propia, alguien tenía que asesorar y alguien tenía que pagar. La década del 2000 fue el tiempo consagrado de la política de los expertos y del ascenso de Peñailillo y los suyos.

La formación de los G90 —y la de aquellos que por edad se hicieron hombres o mujeres en la década del '90— tiene la cochiná naturalizada. Si en los '70 Amor y Paz o Patria y Libertad eran los grandes orientadores para un sujeto. En los noventa el éxito por sobre todo en lo económico y el Ni Ahí para los ideales políticos produjo sujetos pragmáticos, pero desorientados y sin autoridad propia. Expertos que asesoran a los que llevan el peso, pero que carecen de piso propio. 

Los noventa fueron de transición y los 2000 de consolidación. El 2011 marcó otra cosa, más parecida a la revolución. Hoy hay protagonistas jóvenes muy distintos al G90 en su constitución, con ideas políticas más que experticias asesorantes. Los G90, como lo fue la década que les da su nombre, parecen haber sido también de transición. 

1 comentario:

  1. Como me puedo hunir al G90?
    Me encantaria poder se parte del grupo de profesionales como Don Rodrigo y aprobechar de enviar mi CV

    Atte
    Jorge Perez Gonzalez

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